San Martín, el primer "wine lover": la historia detrás de la perlita de Juglares de Vendimia
El prócer argentino no solo sabía mucho sobre vinos. Lo compartía con sus amigos. Hablaba y estudiaba sobre cultivos, variedades de uvas, participaba de catas. El espectáculo del Frank Romero Day ofrece una recreación de un momento con mucha ficción, pero también con mucho apego a la historia.
San Martín, el “wine lover”. O sea, el amante del vino. El concepto es de Pablo Lacoste. Me lo recordó otro sanmartiniano: Mauricio Castillo (sanmartiniano en todo: ideológicamente, futboleramente, “chacarero” de alma, nacido en ese departamento del este mendocino, además de reconocido bartender). Esta buena la idea para ponderar otra faceta del Libertador: la de promotor del vino y tenaz defensor de la industria vitivinícola mendocina.
San Martín siempre aparece; estará latente al igual que un oportuno “cogollo” o un atrevido “¡aro…aro!”. Y mucho más; viene bien recordarlo en Vendimia, como sano y justo pretexto para poner en valor la constante y directa relación histórica que hay entre el vino, la emancipación libertaria y Mendoza.
José de San Martín no solo sabía mucho sobre vinos. Lo compartía con sus amigos. Hablaba y estudiaba sobre vinos, cultivos, variedades de uvas, participaba de catas.
Bastará recordar que quería vivir y morir como un productor vitivinícola en su chacra de Los Barriales en Mendoza. Lo manifestó en decenas de cartas y lo predicó donde pudiera. A tal punto llegó su convencimiento que se peleaba con sus amigos franceses y portugueses defendiendo las virtudes del vino mendocino, sosteniendo que ningún vino europeo era superior a los vinos de Mendoza. Esto también, cientos de testimonios y anécdotas los confirmaron.
Sobre el tema vitivinícola se había cultivado en Andalucía. Será también en España donde se forjará como guitarrista, fusionando pasiones que luego se convertirán por añadidura en hitos nacionales bien criollos: el vino, la guitarra y el canto.
Datos, no relatos
En el marco de su programa estratégico, el general San Martín, compuso como gobernador un verdadero esquema de ordenamiento territorial. Estimuló con planes de fomento a los pobladores para que adquirieran o arrendaran tierras para el cultivo de la vid, además de acompañar la medida con la apertura de canales y acequias que beneficiaran dichas regiones y poder hacer más favorable la tarea de los emprendedores. Precisamente el Este de Mendoza se verá claramente favorecida con la realización de obras de irrigación y la construcción de un molino harinero (“Molino Orfila”) que facilitó el abastecimiento de alimentos para los soldados del ejército y vecinos del lugar.
Cuando San Martín se hizo cargo del gobierno de Cuyo existían en la provincia solamente las obras de irrigación construidas durante la época nativa y colonial, enfocadas básicamente para proveer de agua al oasis central de Mendoza, y principalmente a la ciudad capital con las aguas del río Mendoza por medio del canal Zanjón, del Tajamar y de la acequia Tabalqué. Surgirán así, durante la gestión sanmartiniana, obras en otras regiones provinciales: el Valle de Uco y sobre todo el Este con la ampliación del canal matriz Independencia (databa de 1806) y la construcción de nuevos canales: Cobos, Río Bamba, San Martín, Constitución, San Isidro y Reducción.
Para corroborar su compromiso y visión (aún en tiempos de guerra, donde nunca descuido su papel de gobernante y gestor social) solamente citaremos un ejemplo que adoptó para proteger la industria vitivinícola y buscar ampliar el comercio con las provincias vecinas. Fue cuando envió a Juan de la Cruz Vargas a Buenos Aires para gestionar la suspensión de impuestos que pesaban sobre el vino y el aguardiente con el objeto de favorecer la competencia nacional e internacional. Y lo consiguió. Podríamos agregar, siguiendo las directivas de San Martín, los argumentos de Godoy Cruz en el Congreso de Tucumán donde reclamó airadamente que se bajarán los excesivos impuestos y derechos de tránsito que pesaban sobre la producción de vinos, aguardientes y frutas secas que asfixiaba la economía provincial y que además la medida solicitada era universalmente adoptada por las distintas naciones para fomentar la industria nacional. Un adelantado.
El vino de la guerra
La gesta libertadora sanmartiniana puso a la tierra mendocina en armas. Tras duros años de preparación movilizó a 5.424 soldados para cruzar Los Andes. La campaña se realizó con un soporte de 1.600 caballos y 9.281 mulas, entre las cuales podemos determinar: 7.359 mulas de silla y 1.922 de carga. Un “mulo” puede transportar una carga promedio de hasta 150 kg. y recorrer diariamente de 25 a 40 km. He aquí lo importante; las mulas del ejército transportaron 113.000 litros de vino mendocino. Así, 1.113 mulares cargaron dos bordalesas de 50 litros a cada costado, además de llevar un promedio de 30 kilos más de otras provisiones y pertrechos.
Aclaremos que todo el vino trasportado fue donado por viticultores mendocinos, a lo que agregaríamos que, la maestranza compuesta por civiles llevaba cientos de litros de aguardiente, 100 barriles de ron de 40 litros cada uno, 400 kilógramos de queso y 600 reses para la provisión de carne fresca. Lo relevante del caso fue que cada soldado debía consumir indefectiblemente una cantidad determinada de vino como factor imprescindible para su hidratación y nutrición, necesitando ingerir más de 3.000 calorías diarias, mientras que obligatoriamente debían beber 3 litros de agua y ½ litro de vino diario.
Al no haber cantimploras para llevar individualmente el vino y el agua se adecuaron 8.000 cuernos de vaca como envases con tapas de madera. Cada soldado llevaba dos cuernos adaptados con la función de recipiente.
Pero el aporte de la industria no quedó ahí. Los arrieros y transportistas en vinos y aguardientes abonaron, por propia iniciativa, un derecho de extracción (cada vez que cargaban en las bodegas) calculado en 2.300 pesos mensuales y el gremio de carreteros también aportó una contribución voluntaria de un peso por cada viaje de carreta.
Vinos, cultura y una anécdota conocida
Los historiadores destacaron que cuando San Martín fue Protector de Perú e Hipólito Unanué fuera su ministro de Hacienda impulsaron la producción de pisco. Mientras que en Mendoza estimuló el vino rosado hecho de uva Listán Prieto y todo lo anterior relatado. Pero también en Chile promovió “el chacoli” (el txacoli de los vascos) y “el asoleado”
Eso fue otra constante en San Martín; por donde tuvo gestiones de gobierno impulsó culturalmente la fundación de biblioteca. En Mendoza, la “Biblioteca San Martín”. En Chile, la “Biblioteca de Santiago”. En Perú, la “Biblioteca Nacional de Lima”. Pero a su vez estimuló la industria vitivinícola y de bebidas blancas en cada país liberado por él, confirmando la necesaria sinérgica articulación entre cultura y desarrollo económico.
En ese plano hay una anécdota conocida, y fue cuando en complicidad con Manuel de Olazábal tendió una chanza a dos camaradas de ejército, y el humorístico momento giró sobre vinos. Lo cierto fue que en la primavera de 1816 San Martín tenía como invitados a cenar a Mosqueras y Antonio Arcos (un español “afrancesado”), quienes siempre se jactaban de saber mucho de vinos. La tarea cómplice de Olazabal sería etiquetar como “Malaga” la botella con vino mendocino y con “Mendoza” al envase de vino español.
El relato continuará directamente de la versión de Olazábal a partir de su propia crónica: “Efectivamente, después de la comida, San Martín pidió los vinos diciendo: ‘Vamos a ver si están ustedes conformes conmigo sobre la supremacía de mi Mendocino’. Se sirvió primero el de Málaga con el rótulo ‘Mendoza’. Los convidados dijeron, a lo más, que era un rico vino pero que le faltaba fragancia. Enseguida, se llenaron nuevas copas con el del letrero ‘Málaga’, pero que era de Mendoza. Al momento prorrumpieron los dos diciendo: ‘¡Oh!, hay una inmensa diferencia, esto es exquisito, no hay punto de comparación’. Luego de ese momento reveló su engaño. El general soltó la risa y lanzó: ‘Caballeros, ustedes de vinos no entienden un diablo, y se dejan alucinar por rótulos extranjeros, y enseguida les contó la trampa que había hecho”.
Ni aún en tiempos bravos San Martín perdía el humor, ni su capacidad para brindar enseñanzas. El vino ofrecido era una variedad mendocina de vino dulce moscatel (uva blanca de “moscatel de Alejandría”) que se servía a los postres. Ese era su “vino Mendocino”.
Y así como favor, con favor se paga. A los meses, en la cena de nochebuena (24 de diciembre de 1816) en medio de brindis y promesas de bordar la bandera libertadora por parte de las damas presentes, en la posada anfitriona de los Ferrari, el General le pedirá autorización al dueño de casa Don Joaquín Ferrari para presentarle su hija Laureana al joven Manuel de Olazábal. La actitud celestina de San Martín concluirá en un pronto casamiento entre Manuel y Laureana. Pero eso no fue ninguna broma.

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