Derecho a la salud

La joven que no puede vivir fuera de su casa por culpa de su obra social

Marina tiene 36 años y necesita de forma urgente un concentrador de oxígeno que le permita mejorar su calidad de vida. A pesar de que la justicia falló a favor del pedido realizado por su familia, Omint sigue dilatando la entrega del aparato.

Andrea Ginestar
Andrea Ginestar jueves, 4 de agosto de 2022 · 11:30 hs
La joven que no puede vivir fuera de su casa por culpa de su obra social
La lucha de Marina comenzó hace 15 años Foto: Rodrigo D'Angelo / MDZ

Un día como hoy pero hace 15 años, Marina se descompuso mientras cursaba en la Facultad de Psicología, cuando fue al baño se encontró con un panorama desolador que marcó el inicio de una lucha que la tiene como protagonista junto a la empresa de medicina prepaga Omint que, a pesar de medidas judiciales interpuestas, desde el 20 de mayo viene demorando la entrega del concentrador de oxígeno que necesita para mejorar su calidad de vida. 

El acceso a la salud en Argentina es un derecho universal que tienen todos las personas que se encuentren dentro del territorio, sin embargo, la vulneración de los derechos que tienen los pacientes es una constante que se repite. Luego de estar al borde de la muerte en más de una oportunidad, las certezas que motivan diariamente a Marina son las ganas de vivir. "Omint no me toma en serio, pero yo les he dicho que no me pienso morir, me tienen que cumplir porque no puedo seguir estando presa en mi casa", dijo. 

 

Marina tuvo una vida normal hasta los 20 años, hizo su escuela primaria y secundaria como muchos chicos de su edad. A la hora de elegir una carrera universitaria decidió estudiar psicología ya que le gustaban las materias y se veía ejerciendo esa profesión a futuro. Esos anhelos quedaron truncos cuando comenzó con una serie de patologías que la imposibilitaron para seguir viviendo su vida de la manera que la había soñado. 

Una hemorragia intestinal fue el puntapié inicial que la llevó a atravesar situaciones de extrema vulnerabilidad ante la falta de diagnósticos precisos que le permitieran realizar un tratamiento que pusiera fin a sus dolencias. Tras atravesar 36 cirugías intestinales fue diagnosticada con el Síndrome de la Vena Cava Superior, su estado de salud comenzó a deteriorarse de tal manera que hoy necesita una silla de ruedas para trasladarse junto a un concentrador de oxígeno que le permite respirar. 

"Les he dicho que no me pienso morir, me tienen que cumplir porque no puedo seguir estando presa en mi casa", dijo. 

La vida de la joven está condicionada por la duración del tubo de oxígeno que la empresa de medicina prepaga Omint le otorgó hace unos años cuya autonomía de uso, según el requerimiento actual, es de 1 hora. Si bien el mismo puede conectarse a un toma corriente para ser usado, las consultas médicas, traslados y todo lo referido a la vida social de la joven está determinado por esa hora de autonomía del aparato. 

"Cada vez que tengo que trasladarme a una consulta médica debo calcular no demorar más de una hora en ir y venir, tuve cuadros de hipoxia porque me quedé sin oxígeno en algunas oportunidades", contó Marina y agregó: "Toda mi vida social también está condicionada por el concentrador, no puedo disfrutar de una salida con amigas o familia, no puedo salir al parque o dar una vuelta que dure más de una hora. Me siento presa".

Ante la falta de respuesta por parte de la empresa de medicina prepaga, la familia decidió judicializar la causa solicitando un concentrador de oxígeno con una autonomía de seis horas, cuyo costo aproximado es de 5 mil dólares, que resultó en una orden judicial favorable emitida en el mes de junio pero que a la fecha sigue sin cumplirse.  

"Lo único cierto es que la joven no puede salir de su domicilio porque el único portátil que tiene dura solamente una hora y sin oxígeno no puede vivir", agregó el abogado.

"Pocas veces he visto una prepaga tan reticente a cumplir con una orden judicial. Marina cuenta con un certificado de discapacidad y el concentrador de oxígeno está indicado específicamente por su médico tratante. No sólo no cumplen con la orden judicial sino que han manifestado situaciones contrarias en el expediente diciendo que habían dado cumplimiento cosa que no es cierto", explicó el abogado Marcos González Landa.

"También se excusaron diciendo que no existe el stock, cosa que tampoco es cierto... Han pedido que la causa se deje en abstracto porque se ha cumplido con totalidad y no es verdad, lo único cierto es que la joven no puede salir de su domicilio porque el único portátil que tiene dura solamente una hora y sin oxígeno no puede vivir", agregó el letrado especialista en derecho a la salud que representa a la familia de Marina.

El concentrador que tiene en su domicilio no se puede trasladar

A pesar de las dificultades propias de los múltiples padecimientos que le provocan los trastornos que tiene, Marina sigue luchando porque se cumplan los derechos que han sido vulnerados por parte de la medicina prepaga que la asiste. "Para Omint soy un número, es increíble la falta de seriedad y de humanidad que tienen conmigo pero no voy a bajar los brazos, voy a pelear por el derecho que tengo a seguir viva y poder vivir con dignidad. Necesito salir de mi casa y recuperar mi vida social...hoy no sé lo que es ir a pasear al parque o visitar a mis sobrinos", explicó la joven y agregó: "Llamé al proveedor para corroborar lo que me decían desde la empresa de medicina prepaga y la máquina está embalada pero el envío no se realiza por la falta de pago de Omint".

La demora en el cumplimiento de las medidas ordenadas y los plazos dispuestos por la justicia por parte de las empresas de medicina prepaga repercute de manera directa en miles de pacientes que necesitan soluciones inmediatas ya que cada minuto es valioso y puede ser determinante para el riesgo de vida. Las horas transcurren para Marina quien, con sólo 36 años, tiene su vida pausada a la espera del cumplimiento de una orden judicial que no hace otra cosa que ratificar su derecho a una vida digna.

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