Historias

Alexis, el maratonista urbano de la ruta del cartón que con su historia ilustra la realidad argentina

Alexis es cartonero y recorre unos 20 kilómetros por día arrastrando un pesado carro. Con 19 años, es hijo de la crisis del 2001 y segunda generación de cartoneros. Un aguafuerte de lo que ocurrió en las últimas dos décadas en el país.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 14 de agosto de 2022 · 07:03 hs
Alexis, el maratonista urbano de la ruta del cartón que con su historia ilustra la realidad argentina
Alexis recorre más de 20 kilómetros por día para buscar cartón. Foto: Pablo Icardi
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Inclina el cuerpo para adelante para hacer contrapeso y mover el carromato con sus manos y el esfuerzo se le nota en el cuerpo; pura tracción a sangre. Detrás de él, y en un delicado equilibrio, hay una torre de cartones. Esquiva autos y otros autos lo esquivan a él en cada parada. Como cada día, Alexis Aguilera ha recorrido casi 20 kilómetros desde el barrio Junín, en Las Heras, hasta el microcentro, ida y vuelta, para buscar , botellas de plástico y todo lo que se pueda vender. No lo sabe, pero está entrenado para correr maratones o cualquier desafío físico. Es una especie de maratonista urbano que recorre la ruta del cartón cada día. Y no está solo. 

Alexis tracciona el carro con el que se gana la vida. Tiene 19 años, hace tres que trabaja en la calle. 

"No cuesta, estoy acostumbrado", dice. Alexis camina, empuja.  Hurga canastos y busca residuos que tienen valor en la economía informal. Es, desde hace tres años, uno más de los miles de mendocinos que recorren las ciudades para recolectar y vender material, un trabajo que crece de  manera enorme. "Hay mucha más gente que antes. Acá algo de plata sacás, para el día y algo más. A mí me va bien", explica el joven. 

Hace tres años, con 16, Alexis empezó a caminar la calle. Dejó en cuarto año el secundario, pero, dice, piensa en retomarlo; quizá intentar hacer dos años en uno. El tiempo y la exigencia lo distancia de ese objetivo. "Dejé para trabajar, pero quiero volver. No es complicado", se ilusiona. Alexis vive en una piecita solo, en el terreno familiar de ese barrio humilde de Las Heras. 

El recorrido de Alexis tiene 20 kilómetros y también es un viaje en el tiempo para volver 20 años atrás. Es la segunda generación de cartoneros. Él nació en 2003; es hijo de la crisis del 2001 y ejemplo de los años en los que Argentina patinó. El derrumbe económico, político y social dejó a miles de familias argentinas marginadas. La calle fue el lugar del rebusque y surgieron las nuevas estrategias de supervivencia como el cartoneo. Luego, dos décadas en las que hubo buenos y malos tiempos, pero no desarrollo. 

Pasaron dos décadas y solo se avanzó en el perfeccionamiento del oficio, un trabajo que nuclea a un grupo grande dentro del 40% de argentinos que viven al margen de la economía formal, el acceso a los derechos y el radar del Estado. Incluso se suman familias enteras que recorren la ciudad mientras la mayoría duerme. "Hay familias, hay de todo. Algunos vienen en autos, camionetas; en lo que pueden", explica Alexis. Es real. Al paisaje urbano se sumaron personas y familias con distintos vehículos, carritos de supermercados, bolsas y otros artefactos para juntar. 

El recorrido por calle Olascoaga, de Ciudad, incluye compartir ruta con los autos. 

Como si fuera un commodity los  materiales reciclables se revaluaron. El cartón a 29 pesos el kilo, el plástico a 60. Casi todo vale.

Meterse en los residuos urbanos no es agradable cuando no están separados. Del total de basura que se generan, el 51% es material orgánico (restos de comida, por ejemplo), el 9% es papel o cartón y un 10% plástico. Por eso en los departamentos donde hay separación esa tarea es más sencilla. Incluso hay circuitos paralelos. Los jueves en Godoy Cruz y Capital (días para residuos secos reciclables) antes de que pasen los recolectores oficiales hay camionetas que emulan el circuito para hacerse con ellos. La informalidad formalizada. 

De toda la basura generada el el área metropolitana, el 23% lo componen materiales reciclables. Por día en esa zona se generan 247.940 kilos de basura que se puede convertir en mercancía y ser reciclada. Son 97 mil kilos diarios de papel o cartón, 107.800 kilos de plásticos, 32.340 de vidrio y 10.780  de metales. 

Las partes de una cadena de valor de la economía informal que genera la basura. 

El recorrido de Alexis es laberíntico: comienza en Las Heras, sube por Capital, por las calles comerciales y residenciales de la Quinta, la Sexta y el microcentro. El retorno es con el carro cargado; algunas veces, en un día bueno, con más de 60 kilos de Cartón. Esa vuelta es casi idéntica, pero más pesada. El destino, una acopiadora de calle Pascual Segura, donde hay fila para vender la basura que se transformó en mercancía. Hasta las diez de la noche hay un peregrinaje continuo. En total son unos 20 kilómetros de un recorrido sinuoso, serpenteante y cargado de obstáculos. Físicos, y sociales. "Hay gente que te dice cosas, pero la mayoría no. Hay que estar tranquilo", repite el joven. No hace deportes, pero está entrenado. "Antes jugaba al fútbol. Ahora no tengo tiempo", explica. 

La basura tiene una cadena de valor. Los recuperadores urbanos o cartoneros son la primera parte. Ellos recolectan y luego le venden a intermediarios, a acopiadores primarios de ese material. El paso siguiente lo componen los acopiadores más grandes (que trabajan con empresas y con la industria que recicla), que tienen un poder de negociación y de imposición de precios mayor. Los municipios aggiornaron sus estrategias a esa realidad informal y construyeron comunidades de recuperadores. En una economía que no genera empleo de calidad, buscaron ser resilientes y generar mejores condiciones en ese sector informal. 

Los autos pasan por el costado. Algunas personas miran con curiosidad. Otros con gestos incómodos y otros son indiferentes. Termina la charla y Alexis vuelve a arrancar. Le quedan varios kilómetros por delante para vender la mercadería, descansar y prepararse para volver a arrancar; a caminar la calle con el riesgo de volverse invisible. 

 

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