Día Internacional del Barrilete

Doctor Barrilete: remonta cometas con sus pacientes desde 1994

Rubén Sosa trabaja hace más de 35 años en el Hospital Elizalde (ex Casa Cuna), es pediatra y "barriletero", como dice él. Hace más de 25 años realiza barrileteadas con sus pacientes: las familias arman juntas los barriletes que serán remontados. Miles de anécdotas en el cielo.

Giza Almirón
Giza Almirón viernes, 14 de enero de 2022 · 07:00 hs
Doctor Barrilete: remonta cometas con sus pacientes desde 1994
Rubén Sosa es médico pediatra e infectólogo. Trabaja en el Hospital Pedro de Elizalde y es miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría
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Rubén Sosa es médico pediatra e infectólogo, además de “barriletero, perseguidor de utopías y mirador de más allá de su horizonte”, como se define a sí mismo en su cuenta de Instagram. Entre sus distintas labores, trabaja en el hospital Dr. Pedro de Elizalde y es miembro de la Sociedad Argentina de Pedriatría. Rubén, quien es Embajador de la Paz por la fundación Mil Milenios de Paz de la ONU, organizó una barrileteada en 1999, para fomentar la donación de órganos.

El INCUCAI, así como los niños y las niñas que estaban en lista de espera y quienes ya habían sido trasplantados, acompañaron esta iniciativa que –entre otras– le valió al pediatra una distinción en el Día Nacional de la Donación de Órganos, por su labor comunitaria. Esa campaña logró su objetivo de concientización: mucha gente se inscribió en el stand que hubo ese día.

El Doctor Barrilete organiza, desde 1994, barrileteadas que tienen como objetivo la promoción y protección de la salud

Este hombre de 64 años remonta, desde 1994, barriletes con todos sus pacientes. Subyacen distintas motivaciones en cada remontada, con un objetivo común: promoción y protección de la salud. Entre los primeros registros escritos acerca de vuelos de barriletes, se encuentran las hazañas del general chino Han Hsin, de la Dinastía Han, dos siglos antes de Cristo. Rubén ha elegido este juego milenario para compartir con los pacientes y sus familias, bajo distintas temáticas que convocan cada año. En la última barrileteada participaron más de 6.000 familias.

“Un taxista mexicano, en un congreso en Acapulco, me dijo que existía el museo del papalote. Acá les llamamos barriletes porque los primeros viajeros tenían forma de barril. Él me dijo que era un juguete que se arma y se remonta en familia, y que hay un momento de mirar al cielo y de reflexión”, ese hecho en la vida de Rubén fue la semilla de la barrileteada. Un día, este pediatra cruzando de Constitución, de Casa Cuna, a Avellaneda, vio un barrilete sobre el Riachuelo. “En los terrenos no hay potreros, no hay cañas ni seguridad, lo que hizo que se fueran olvidando estos juegos de la calle”, dice el doctor Sosa, quien está “humildemente orgulloso de haber impuesto las barrileteadas. El concepto de barrileteada solidaria, donde nada se compra ni se vende”. Ya llevan más de 25 años.

Una familia armando su barrilete en el INCUCAI

Este evento es el modo de reunirse con sus pacientes en salud, que es lo que este médico siempre quiso. “No solo el hecho lúdico, porque está bueno jugar, pero también es importante ese momento en que me reúno con mis pacientes, que son miles, y bajar líneas de promoción y protección de la salud. Nos reunimos, plantamos un árbol y hablamos de ecología o nos reunimos, armamos barriletes y hablamos de autismo, del TDAH”, cuenta Rubén. Participan también adultos, las familias de los pacientes de este pediatra. Eso posibilita que surjan a veces otras cosas, como la promesa de no fumar y no aceptar drogas, según cuenta el Doctor Barrilete.

Uno de los mensajes que volaron al cielo fue Cuando crezcas no quiero que seas drogadicto, firmado mamá y papá. En este marco de prevención de adicciones en 1997, Rubén les dio a cada niño y cada niña una carta que certificaba que quienes los amaban habían elevado ese mensaje. La nota subía por el hilo hasta llegar a arriba del barrilete y descendía así al corazón de sus pacientes.

Rubén con un barrilete en forma de rayuela

Al año siguiente, Rubén notó que muchos papás y mamás ya no hacían los barriletes, sino que los compraban. El pediatra decidió, entonces, repartir en cada consulta unas cañas que él mismo cortó y que fueron más de tres mil. Además de compartir tiempo con sus hijos e hijas, Rubén quiso demostrar que los niños pueden ser como las cañas: pueden crecer abandonadas, en la soledad de los baldíos, o ser transformadas por arte de amor, en este caso, en un artefacto que vuela.

La aventura de los barriletes trascendió las generaciones ese mismo año, ya que junto al grupo comunitario de PAMI gestionó talleres en diferentes geriátricos. Cada abuelo y abuela recibió el nombre de un paciente y lo puso en un barrilete, remontado una tarde frente al hospital Garraham por cada pareja de abuelo-niño. Un abuelo, un padrino de Vuelo, así se llamó este encuentro.

Rubén escribió tres libros que incluyen anécdotas de las barrileteadas, por la cantidad de historias que generan: Historias de un Barrilete, cuyos derechos de autor fueron donados a la Casa Cuna; Historias de cal y arena, primera y segunda parte, donados al Hospital Fiorito de Avellaneda; y De hieles y mieles, donados a la obra de Don Orione.

Una barrileteada para reunirse con sus pacientes

Las anécdotas son miles, pero el Doctor Barrilete comparte una: “Teníamos que hablar del falso concepto de discapacidad: que todos estamos bajo el mismo cielo y que el concepto de discapacidad es relativo. Que Maradona puede jugar muy bien, pero la explicación del Big Bang la puede hacer un tipo en sillas de ruedas. Entonces, ¿Quién es el discapacitado?”. Mientras reflexionaban, pasó un chico en silla de ruedas con un barrilete sin forma, "ni de hexágono ni de nada" –aclara el pediatra–, y volaba. “Me dijo: 'Mire, doctor, está todo deformado, pero vuela'. Eso fue fantástico. Esa era la verdadera función. No importa la forma, sino el fondo de las cosas”.

Rubén Sosa, el Doctor Barrilete, es un médico de cuerpos y almas que invita a sus pacientes a mirar más allá de su horizonte, tal como él mismo hace, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo.

 

 

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