Psicología

Víctimas del abuso infantil y abuso emocional: de la ficción a la realidad y viceversa

Semanas atrás, un actor argentino contó un abuso sufrido en su infancia. Tema delicado en sí mismo que nos interroga si es posible su prevención. Por otro lado, en Netflix la serie mal traducida como “Las cosas por limpiar” (Maid) plantea desde su protagonista otra clase de abuso, el emocional.

Carlos Gustavo Motta viernes, 15 de octubre de 2021 · 21:10 hs
Víctimas del abuso infantil y abuso emocional: de la ficción a la realidad y viceversa
Foto: Rodnae Productions en Pexels

La palabra abuso proviene del latín abusus y significa uso injusto o excesivo. Es el  mal uso de una cosa que incluye a las personas cuando se habla de la falta de consentimiento.

En relación al abuso infantil, la mayor cantidad de veces, se produce en una localización próxima de la víctima: en el propio vecindario, con frecuencia en su propia casa o cerca de ella. La mayoría de las veces están premeditadas. Un gran porcentaje está cometido por extraños. En otras ocasiones por personas conocidas en diferentes grados por las víctimas. En una revisión de las investigaciones efectuado por la OMS en el 2018, se calculó que la prevalencia mundial de victimización sexual en la niñez era de alrededor de 30% entre niñas y de aproximadamente 18% entre niños varones. Otros estudios recientes han descubierto que los niños varones resultan tan afectados como las niñas.

La víctima de un abuso experimenta un trauma físico y psicológico. Generalmente el niño abusado experimenta un momento de intensa angustia que lo relata como una especie de oscuridad, “de agujero negro”. Pone en palabras, de este modo,  un momento vivencial excluido radicalmente de la conciencia. Nadie sale indemne de lo espantoso de ese acontecimiento brutal.

Las manifestaciones y el grado de afectación dependen de la violencia del acto abusivo, de la vulnerabilidad de la persona, de los sistemas de apoyo que se encuentren de modo inmediato luego del ataque recibido.

Otro factor común es la vergüenza que siente la víctima que sólo se libera de su miedo y de su ira con la contención de personas queridas, con profesionales tratantes y de leyes que se ocupen de estos casos, tales como el arresto y el encarcelamiento del agresor. La terapia se centra en restaurar los sentimientos de adecuación y control. Es encontrar alivio por la indefensión sufrida y elaborar la dependencia y obsesión con lo sufrido sin importar el tiempo que pase. Por eso, a veces, nos encontramos con confesiones tardías del acontecimiento.

La psicoanalista tucumana Silvina Cohen Imach nos dice que “la visibilización del problema de los abusos en la infancia, tiene una historia relativamente breve para los profesionales que trabajan con niños. Antiguamente los relatos de los abusos sufridos se interpretaban como fruto de la fantasía y se los vinculaba a la dificultad del niño/a para distinguir entre la realidad y sus propios deseos sexuales. La consecuencia de esta mirada fue que la mayor parte de los abusos pasaron inadvertidos o directamente fueron negados”. En los últimos años comenzó a cambiar esta perspectiva inclinándose a creer en la palabra de los niños. 

¿Cómo tratar directamente estos temas tan complicados, sin ser explícitos? ¿Cómo llegar a la sensibilidad de nuestros hijos y hacerlos entender qué está bien y qué mal respecto a sus cuerpos, sin violentarlos con el lenguaje? ¿Cómo lograr que interioricen el tema del abuso y que sepan que es tan malo como el maltrato físico o sicológico? ¿Se puede prevenir?

Una forma posible de hacerlo es a través de relatos infantiles creados especialmente y que enseñan el tema mediante un lenguaje directo, acompañado de ilustraciones que potencian el contenido y captan rápidamente la atención de los menores. Publicaciones mencionadas que se encuentran en casi todas las librerías. Pero lo más importante continúa siendo la palabra. Advertir con un lenguaje sencillo que el cuerpo del niño no puede ser tocado por un extraño/a. Encontrar el momento familiar para transmitir estos temas y otros que aborden a la sexualidad. El adulto nunca debe dejar de preguntarse por qué sus hijos no hablan de esos temas. Tampoco pensar que sus compañeros o sus maestros tendrán la oportunidad de hacerlo, porque hay preguntas que pueden tener una respuesta dentro de la dinámica familiar.

Leyenda

En la serie Maid transmitida por la plataforma Netflix traducida al español “Las cosas por limpiar”, el abuso pasa por otros carriles. Alex es la protagonista quien recurre a limpiar casas para tratar de llegar a fin de mes mientras huye de una relación abusiva y lucha por salir de la indigencia para brindarle a su hija Maddy una vida mejor. Su pareja, Sean,  un joven alcohólico y adicto, no la maltrata de modo físico pero sí confundiéndola, poniendo en duda la cordura de la víctima, humillándola, desde ataques verbales y ridiculización.

Debilitándola en todas sus formas dejándola fragilizada y sin referentes posibles que la llevan a tomar decisiones erróneas. Así como Freud afirma que la casa propia es el Yo, Alex comienza a limpiar casas quizás para poner orden de afuera hacia adentro. Desde ese lugar, la traducción al español de Maid sea precisa: las “cosas” que hay que limpiar, efectivamente no son las casas, sino un trabajo de elaboración personal que permita ubicar y ubicarse con el otro poniendo los límites necesarios para no ser atropellada por nadie más.

Un dato a tener en cuenta es que la serie está basada en el libro de Stephanie Land “Maid: hard work, low pay and a mother’s will to survive” libro autobiográfico que ha sido y es un éxito editorial. Cada casa que Alex limpia es un universo que conecta con su historia, que sana poco a poco y aleja lo tóxico de sus vínculos afectivos, desde Sean a Paula, su madre bipolar (interpretación genial de Andie MacDowell).  Observamos cómo la escritura la ayuda y con ella da comienzo a “confesiones de una empleada doméstica” que en la realidad acabará siendo un best-seller.

Ella limpia. Ella escribe. Ella relata su historia. La de muchas mujeres que se encuentran perdidas en las palabras de aquellos hombres y mujeres que lastiman y golpean tan o más fuerte como si utilizaran sus puños cerrados.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.

Archivado en