Opinión

Sarmiento, testimonio de una época y de un modo de pensar

El Director General de Escuelas reflexiona sobre la figura de Sarmiento y su valor para la educación.

José Thomas
José Thomas viernes, 11 de septiembre de 2020 · 07:04 hs
Sarmiento, testimonio de una época y de un modo de pensar

La vida de Sarmiento podría vincularse con un texto que constantemente juega en los límites entre una novela y un ensayo académico. Sus libros reflejan mucho de eso. Pero su historia personal mucho más. Pienso en “Facundo”, como un paradigma. También en “Recuerdos de Provincia” o “Viajes”, por nombrar solo algunos. Su pensamiento siempre anticipó el cambio social. Pero además lo interpretó desde una nueva perspectiva propia y original, Y no solo fue un crítico agudo del sistema imperante, sino que asimismo hoy, recobra absoluta vigencia; aún que, todavía no haya sido percibido en su total dimensión.

Fue polémico. Y discutido. Pero lejos estoy de los que creen que fue contradictorio. Por ejemplo, un sector de nuestra historiografía siempre lo ubicó excluyentemente como el acérrimo adversario del pensamiento federal. Eso es parcial. Sí se opuso tenazmente a las prácticas totalitarias llevadas adelantes por sus caudillos y a todo lo que negara la posibilidad de progreso. Pero no a lo que el federalismo implicaba. Por el contrario con su acción de gobierno lo demostró contundentemente. Nacieron 800 escuelas en el país durante su presidencia.

Llegaron a 110.000 los nuevos estudiantes incorporados al sistema educativo nacional. Los cables telegráficos cubrieron todas las provincias y la red ferroviaria se triplicó. La mayor escuela de formación docente en Paraná. Una red de bibliotecas nacionales. Se construyeron puertos y dársenas en los ríos interiores. Se creó el registro civil nacional. Se fundaron los colegios nacionales de La Rioja, Santa Fe, San Luis, Jujuy, Santiago del Estero, Corrientes y Rosario, además de las escuelas de arboricultura y agronomía en San Juan, Mendoza, Tucumán y Salta. Y como una herramienta de comunicación en cumplimiento del principio constitucional de comunicar los actos de gobiernos en todo el país, creó el Boletín Oficial. Pero si existió algo federal, fue la concreción del primer censo nacional en 1869 y la primera encuesta nacional sobre educación. No teníamos idea de cuántos argentinos vivían en nuestra patria. Pero además de lo expuesto, confrontarlo solamente con los caudillos es no conocer a Sarmiento

 

Repasemos. Se peleó tenazmente con Mitre por cuestiones políticas, pero principalmente porque el mitrismo sólo estimulaba una “educación superior” destinada a las elites. Todo lo opuesto a Sarmiento. Hoy resultaría cómico, pero en 1856 tituló un artículo contra los senadores de su partido: “¡La Cámara no se ha reunido en 15 días!”, pues consideraba que las inasistencias de los senadores constituían un fraude al votante. Rompió relaciones con Alberdi por no compartir su enfoque europeizante. Discutió abiertamente con liberales como Wilde ante la convocatoria al Congreso Pedagógico. Enfrentó virulentamente el pensamiento católico encarnado en Estrada opuesto a la ley 1420. Por último, fundó “El Censor”, cuando Roca prohibió terminantemente a los funcionarios y militares verter opiniones políticas. Eso indignó a Sarmiento. Renunció a todo, creó un diario y de ahí se opuso abiertamente a Julio A. Roca y Juárez Celman hasta su muerte. Contundente. “Escribir es realizar el pensamiento”, sostuvo convencido. Las ideas no se matan.

El constructor

Con la prepotencia del trabajo. Fue un terco. Pero con visión muy clara. “Estoy reñido con las oligarquías. Represento a la gente decente, a cuyo honor tengo el gusto de pertenecer. Ellos (los oligarcas) me dicen aristócrata; salvo que no tengo estancias, no me afecta el juico de los brutos”. Estaba seguro de su idea. Y de sí mismo. 

Ya como gobernador de San Juan sancionó una ley Orgánica de Educación Pública que imponía la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelas, entre ellas el Colegio Preparatorio, más tarde Colegio Nacional de San Juan llamado “Domingo Faustino Sarmiento” y la Escuela de Señoritas, destinada a la formación de formadores.

Indudablemente Sarmiento fue quien sembró las bases de la educación que dio identidad propia a la Argentina. La función que cumplió en la historia es indiscutible. Sin título de grado universitario se autoformó en los debates pedagógicos, ejerciendo la docencia, visitando escuelas y recorriendo las grandes capitales de Europa estudiando sus sistemas educativos. Valparaíso, Montevideo, Paris, Barcelona, Venecia, Milán, Roma, Berlín, Zúrich, Nueva York, Boston, La Habana, Asunción, lo tuvieron como celoso observador de su realidad social, económica, política, y sobre todo educativa.

Esa nutrición de nuevas ideas devino en la conformación de la escuela pública argentina. Muy avanzada para su época a nivel mundial y cuna de la clase media que movilizó ascendentemente la escala social y cultural del país desde principios de siglo pasado.

Lo que Sarmiento propuso no fue un proyecto en el que todos estaban de acuerdo, sino que fue el resultado de tensiones entre clases, grupos de poder, intereses en pugna. La época ofreció y exhibió un alto nivel de debate. Sobre todo, pudo visibilizar con una gran claridad, que en la educación se definiría el país que se quería para el futuro. Por suerte y a diferencia del resto de América Latina, ganó la escuela pública sarmientina. Ésta fue la gran maquinaria, hasta ahora insuperada, para alcanzar al mismo tiempo equidad y cohesión social. Percibió que el Estado debía ser un agresivo operador capaz de reformular el curso de los acontecimientos, marcando orientaciones claras con más inversión educativa. Por eso en su gestión se sancionó la Ley de Subvenciones, lo que permitió obtener fondos para la creación de escuelas, materiales bibliográficos y recursos técnicos. Potenció la capacitación docente y diseñó mejores condiciones para el trabajo del maestro. Todas estas medidas aumentaron notablemente la tasa de alfabetización a partir de este modelo.

Sarmiento en pandemia 2020

La coyuntura nos mostró crudamente la brecha socio – cultural y educativa. Lo sospechábamos. Lo veíamos. Pero la realidad ha sido contundente. Ayer Sarmiento propuso desde su cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación la concreción de un Congreso Pedagógico. En breve se sentarán las bases para su última batalla: la Ley 1420 de educación común, obligatoria, laica y gratuita. Esa Ley fue el primer paso para la incorporación de millones de argentinos al sistema que otorgaba no sólo educación, también daba ciudadanía. Permitía la emancipación plural y democrática de derechos por medio de la escuela. Brindaba libertad como reclamaban San Martín y Belgrano. Devolvía dignidad. Equiparaba la línea de partida de todos. Con orgullo al poco tiempo podíamos decir: “Mi hijo el dotor”. Ponía al maestro en el centro de la escena, como el "volante de la maquinaria social". Indudablemente la educación; reitero aún en tiempos duros, debe estar al tope de la agenda pública.

“Para tener paz en la República Argentina, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales, para eso necesitamos hacer de toda la república una escuela”. Sarmiento falleció hace 132 años. Las ideas y vigentes verdades no mueren. El sueño del maestro sigue vivo. Trabajemos juntos con pasión y esfuerzo para cumplirlo.

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