Prisión e inhabilitación

Cristina condenada: la política entró en un universo desconocido

Dos definiciones impactaron esta semana en el futuro electoral del país. Cristina dice que se retira, aunque puede estar pidiendo su 17 de octubre. Macri tambien avisó desde Qatar que no se sube a la carrera. Todo se vuelve incierto para el Frente de Todos.

Rubén Rabanal
Rubén Rabanal miércoles, 7 de diciembre de 2022 · 07:07 hs
Cristina condenada: la política entró en un universo desconocido
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Cristina condenada: la política entró en un universo desconocido
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Cristina Fernández de Kirchner fue condenada ayer a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Si con eso no bastaba para calentar el ambiente preelectoral del Frente de Todos, la vicepresidenta mostró luego rasgos de debilidad y nerviosismo que no se le conocían hasta ahora. No es la única señal política que se conoció en estos días: Cristina coronó la maratón de ayer con el anuncio, cierto o no, de una retirada total de cualquier carrera electoral. No es la única novedad que aportó esta semana la política: desde Qatar, Mauricio Macri anunció en un reportaje para el canal La Nación + que no será candidato presidencial, aunque quiere guardarse el poder de decisión. Juntos por el Cambio tembló aunque, como en el caso de Cristina Fernández de Kirchner, nada puede darse por seguro.

Lo cierto es que en 72 horas el escenario político mutó en algo menos conocido que lo que teníamos hasta ahora. Horacio Rodriguez Larreta partió ayer a Estados Unidos. Ya se mueve como un seguro presidenciable en campaña. Aunque no es el único candidato en el grupo, MDZ ya adelantó que el jefe de Gobierno porteño hoy no parece temer a una estrategia de Macri que le complique el camino.

En el peronismo el temporal es mucho más complicado. El fallo de ayer no cambió solo el futuro político de Cristina Fernández de Kirchner y el Frente de Todos en general: ese pronunciamiento de los tres jueces puede estar modificando tambien todo el incierto y brumoso horizonte electoral que tendrá en el 2023 este país.

 

La vicepresidenta tenía desde hace mucho tiempo en mente la foto de esta condena que sufrió ayer. La presentación del fiscal Diego Luciani había dejado una sola duda flotando: si el Tribunal avalaría o no la complicada figura (doctrinariamente hablando) de asociación ilícita. Cristina proclamó públicamente esa certeza como un hecho inevitable, al que acompañaba de denuncias contra la Justicia, los medios y la oposición.

Todas las acusaciones fueron siempre tergiversadas por ella como un complot contra su persona misma. Cuando los tiempos del juicio Vialidad se fueron acelerando y quedaba claro que ninguna estrategia podría frenarlo o eventualmente suspenderlo en el tiempo, Cristina entró en otra velocidad y de ahí las semanas de violencia política agravada que vivió el país. 

Este escenario fue torturante para la expresidenta y no por la condena en sí misma, que tanto ella como todo el país saben que será de difícil cumplimiento y con tiempos por delante impredecibles hasta que convierta en una sentencia firme, sino por el impacto sobre su figura que hasta hace poco creía mantener impoluta. Por el contrario, los problemas para ella son esencialmente dos y quedaron en evidencia desde hace tiempo.

Cristina Fernández de Kirchner hasta ayer soñaba con el bronce. Es decir, con la posibilidad de pasar a la posteridad como la estadista que cree ser, poseedora de un récord de reelecciones y arquitecturas políticas, con lugar en la historia asegurado. Ese futuro de brillo inclusive mundial (al menos así lo piensa ella y el kirchnerismo más duro) actuaría como protección suficiente ante cualquier investigación o acusación judicial.

Ayer, con una sentencia de seis años, la primera en su haber y pueden venir mas, todo ese montaje se vino abajo. En minutos el mundo enteró pasó a reportar la historia de la expresidenta argentina condenada por corrupción y que debe, además, devolver algo así como US$1.000 millones por defraudación al Estado. Para colmo, el único comparativo que puede haber con esta situación, la condena que recibió Carlos Menem por contrabando agravado de armas a Croacia y Ecuador, moralmente la complica aún más. A Menem no le pudieron probar defraudación al Estado y de hecho la Justicia no pudo pedirle que devolviera fondos obtenidos ilegalmente. A Cristina sí. 

El peronismo se dio cuenta repentinamente que de la foto con la condena en  las tapas del New York Times, el País de España o The Guardian, no se vuelve fácilmente. Cristina Fernández de Kirchner,  en esos términos, pasó a tener otra entidad. Lo sabe ella y lo sabe el peronismo, que aunque en este caso puede tener demora en procesar los efectos de la sentencia, tiene historia de sobra en cómo tratar a los dirigentes propios que caen en desgracia. 

Algo de ese proceso pudo verse en el nerviosismo que mostró Cristina en los últimos minutos de su mensaje de ayer. El tiempismo y la frialdad estratégica que siempre supo tener dieron paso a un nerviosismo que pareció salirse de control. Mas cuando anunció que no participaría de boleta electoral alguna. Ya sea una amenaza con pedido a los suyos de un 17 de octubre propio que la rescate o un quiebre real frente a la sentencia, esas palabras dejaron en vilo al Frente de Todos y al kirchnerismo en particular que desde ayer vive en un nuevo universo desconocido. 

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