La pelea con Sergio Berni es solo la punta de una feroz puja interna
Las críticas cruzadas que se profirieron Aníbal Fernández con Sergio Berni son solo una muestra de una extensa serie de desencuentros que desnudan la invalidez que tiene el presidente Alberto Fernández para imponer su criterio y las duras internas que subsisten en Nación y provincia de Buenos Aires.
Antes de que se sucedieran las milagrosas imágenes que recorrieron el mundo sobre el operativo que siguió el peregrinar de los campeones del mundo desde el predio de Ezeiza hasta que el micro se frenó definitivamente porque dos personas se tiraron desde uno de los puentes que atraviesan la Autopista Richieri, Sergio Berni era motivo de análisis y reflexión, y por qué no de una feroz crítica hacia su desempeño y sobre su persona en una de las oficinas neurálgicas del poder provincial.
Por primera vez se escuchó el "a quién ponemos" que en otras oportunidades era un mucho más tranquilo. "El loco es un tipo práctico y ejecutivo" y también se notó un gran cansancio por estar debatiendo sus opiniones y sus posturas, que no tienen nada que ver no solo con las del gobernador Axel Kicillof sino, tampoco, con las de los que no quieren a Kicillof pero hacen de aliados internos.
La continuidad del ministro de Seguridad bonaerense, que utiliza una marca propia en todas sus comunicaciones (Fuerza Buenos Aires), idéntica a la de su línea interna, todos los días está bajo revisión. Falta que en la puerta de la calle 6, entre 51 y 53, frente a la Plaza Moreno, se pusiera un cartelito ofreciendo el puesto.
Alejandro Granados, el intendente que dejó a su hijo Gastón al frente del municipio de Ezeiza, el último que ostentó ese cargo en la gestión de Daniel Scioli, ya se asume algo cansado y sin ganas para cumplir de nuevo con ese rol. La unificación con Justicia y Seguridad sería, también, una "tortura porque son dos cosas muy fatigosas, no podes estar en un lado y el otro", asienten. Además, el ministro Julio Alak, tampoco estaría muy dispuesto a asumir ese rol. Los años le pesan a todos.

En esa misma reunión, los presentes también dejaban en claro que lo que más obstaculiza la gestión provincial son las constantes presiones que recibe el jefe del Ejecutivo provincial por parte de sus propios aliados. "Axel tampoco ayuda. Se cierra tanto que nunca terminamos de compartir miradas", le critican.
En las confesiones que realizan también se percibe una coincidencia con su antecesora, María Eugenia Vidal, quien prefería no mandar nada a la Legislatura por miedo al costo que le acarrearía en las devoluciones de gentilezas requeridas para aprobar tal o cual expediente.
Manuel Mosca, el presidente de la Cámara por aquel entonces, decía casi lo mismo que hoy exponen los pocos legisladores aliados a Kicillof. Es la única coincidencia que tienen con Vidal, por su puesto, El costo que le acarreó la aprobación del Presupuesto, fiscal impositiva y endeudamiento, a cambio de un Fondo de Infraestructura Municipal que manejarán los intendentes, de los que dependen los diputados provinciales, casi infarta a los operadores más cercanos al gobernador.
Mientras que muchos aseguran que el único candidato nacional con posibilidades de aglutinar al resto del peronismo es Sergio Massa, Kicillof aprovecha la movida y también se sube a ese tren. Es lógico. El gobernador no quiere saber nada de salir de la provincia el año próximo. Como siempre, su postura suele ser autorizada y monitoreada por Cristina Fernández de Kirchner.
El entorno de Massa ya había explicitado, a fines del año pasado, cuando aún no habían hecho las paces con Martín Insaurralde, que su candidato a gobernador sería Kicillof. Nunca imaginaban todo lo que iba a pasar tiempo después. Esta alianza, entre otros damnificados, tiene uno muy directo. El intendente de Tigre, Julio Zamora, a quien nadie le quiere dar una foto siquiera.
En lo que sí hay consenso es en que "una interna sería terrible". Esto tiene que ver con el reclamo que realizaron los intendentes que quieren que haya PASO para revalidar sus títulos y, además, ganarle a La Cámpora en sus territorios. "Para el nivel municipal puede haber, pero provincial o nacional no. Sino terminamos perdiendo todos, como nos pasó cuando se enfrentaron Aníbal Fernández contra Julián Domínguez".
"Las peleas se transforman en bestiales, las operaciones en combates cuerpo a cuerpo y, además, si alguien compite con el gobernador o con un intendente, ¿estos van a dejarlos en sus lugares a los que le van a competir en contra?", reflexionaron en el edificio de la Gobernación. En este caso, el teléfono sonaría en muchísimos despachos.