Inflación galopante

La inflación, el billete de $2.000 y la necesidad de usar una carretilla para operar

El lanzamiento del billete de $2.000 no resuelve los problemas de la economía, actores económicos y ciudadanos de a pie para moverse en las transacciones cotidianas. Los problemas de la vida cotidiana en una economía que opera 40% en negro.

Carlos Boyadjian
Carlos Boyadjian lunes, 6 de febrero de 2023 · 07:08 hs
La inflación, el billete de $2.000 y la necesidad de usar una carretilla para operar
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Cuando en 1992 el Banco Central lanzó al mercado el billete $100, equivalía a US$ 100 dólares, el billete de máxima denominación de Estados Unidos, para transacciones entre particulares.

La semana pasada, el Banco Central anunció la puesta en circulación del billete de $2.000, con una equivalencia de US$ 10,24 al tipo de cambio oficial, que sólo sirve para que los exportadores cobren menos de lo que deberían si hubiera un mercado unificado de cambios, tras liquidar los dólares en el Banco Central. Si fuera al tipo de cambio paralelo, serían US$ 5,30.

Las diferencias entre los dos momentos son claras, y ciertamente a esta altura no hay dudas que con el lanzamiento del billete de $2.000, que llevará en el frente a los doctores Ramón Carrillo y Cecilia Grierson, y en el anverso la fachada del Instituto Malbrán, el Banco Central y el Gobierno se quedaron "híper cortos".

Un par de ejemplos servirán para entender de qué hablamos. En primer lugar, una de las razones que llevó a la autoridad monetaria a lanzar un billete de mayor denominación es que los cajeros están saturados. Cada vez se quedan más rápido sin efectivo, en especial los fines de semana, y desde las entidades bancarias ya venían pidiendo poder usar otro tipo de cajeros. Problema de la vida cotidiana que termina imponiéndose en la agenda gubernamental.

¿Carretilla o bolsa?

Por otro lado, pagar en estos días la cuota de una prepaga de un grupo familiar en una entidad de cobro por ventanilla, supone hasta el momento llevar 60, 70 y hasta 80 billetes de $1.000.

Algo parecido ocurre al momento de pagar la cuota de un colegio privado, a razón de $40.000 de piso para instituciones más o menos populares, multiplicado por dos o tres críos, son una "montaña" de billetes. Con el nuevo billete de $2.000, la pila baja un poco pero no deja de ser importante.  

Más complicado aún pagar un alquiler, que junto a las expensas puede superar $100.000 para un departamento de tres ambientes en un barrio de clase media en Buenos Aires.

Si hablamos de locales comerciales, la cosa ya se pone virtualmente imposible. En un centro comercial capitalino el alquiler de un local puede ascender a $200.000 mensuales (200 billetes de $1.000 o 100 de $2.000, según como se prefiera). En una arteria comercial como la peatonal Florida en la Ciudad de Buenos Aires, un local mediano puede llegar a pagar hasta $500.000 mensuales.

Incluso salir a cenar con la familia o con un grupo de amigos supone hacer la previsión de cuánto dinero en efectivo llevar. Es cierto que siempre está la posibilidad de pagar con tarjeta de crédito o débito, pero no es menos cierto que en Argentina el pago de este tipo de gastos en efectivo aún está muy arraigado en amplios segmentos de la población.

El uso del plástico

Desde el Poder Ejecutivo y el Banco Central insisten en la tendencia a la digitalización de transacciones y los pagos electrónicos, pero muchas veces hay impedimentos a nivel tecnológico que lo impiden. Es lo que suele ocurrir con el homebanking, que en ocasiones fija límites para el pago de servicios, lo que obliga a retirar dinero del cajero -en varias tandas- para pagar en un cajero humano en forma presencial.

Además, se eliminaron los incentivos para pagar vía electrónica, como había hasta el 3 de enero de 2017 cuando se decidió no prorrogar la devolución de 5 puntos de IVA a las compras con tarjeta de débito. Y en una economía con necesidades de ventas, muchas veces las compras de contado tienen importantes descuentos. 

Esto sin mencionar que el 40% de la economía argentina se mueve en negro y para seguir operando, y con su actividad económica, necesidad del uso de efectivo. El propio Gobierno hace la vista gorda ante este fenómeno con tal de que no perjudique a la actividad y el empleo. 

En este sentido, el billete de $2.000 llega tarde y mal, básicamente se queda muy corto, incluso antes de salir a la luz. El ex ministro de Hacienda y Finanzas del macrismo, Alfonso Prat Gay, aseguró que "en cinco meses no va a valer nada".

Tal vez sería razonable que salieran a la vez el billete de $2.000, $5.000 y $10.000, e incluso algunos analistas creen que sería una buena opción el billete de $20.000. En suma, este último billete, el de mayor denominación, sería de "apenas" 52 dólares, la mitad del de $100 hace 30 años en moneda dura.

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