Con barbijo y mucho ojo: así capturan narcos en plena pandemia
La Policía Contra el Narcotráfico (PCN) realiza operativos varias veces por semana. "Todos los días o día por medio", aseguran los agentes. Esta semana, les tocó ir a la manzana K del Barrio de la Gloria, donde se enfrentaron con escenas que hasta hace poco pertenecían a la ciencia ficción.
El miércoles, cerca de las 20.10, la Policía Contra el Narcotráfico (PCN) ordenó a sus agentes que se prepararan para un operativo en la manzana K del Barrio La Gloria de Godoy Cruz. Según los investigadores, ahí funcionaba un narcokiosco en el que se vendía cocaína y marihuana. Y los sospechosos de regentearlo eran Fernando Nicolás Concha (28) y Franco Pedro Miraval (24).
Recibidas las directivas, los efectivos se subieron a los vehículos y a lo mejor alguno reprimió un suspiro. Se sabe: no es una zona sencilla. Y encima los Miraval son una familia conocida -y temida- en el barrio.
Muchas veces, cuando llegan los vehículos policiales empiezan a volar cascotazos que hacen sonar rítmicamente los techos de chapa o caen sobre el asfalto o en los cascos de los agentes. Pero esas son precauciones que antes también había que tener. Hoy, en plena pandemia, se suman otras.
"Al lado del arma, tenemos que llevar la botellita de alcohol en gel, porque ya sabés que vas a entrar en una casa que no conocés, con personas también desconocidas", confesó a MDZ uno de los efectivos.
Ahí estaba: la casa 111 de la manzana K. Llegaron los policías y un grupo de infantería para resguardar la zona. "Nos aseguramos de tener puestos los tapabocas, porque es posible que tengas que hablar o gritar al ingresar", relató la fuente.
Y tras todos esos preparativos, cuando los efectivos ingresan al lugar, aparece un factor inesperado.
Lo que no puede calcularse
Tomados los recaudos del caso, se inició la operación. Surgió, sin embargo, un factor inesperado. Los efectivos entraron al lugar para buscar a los sospechosos y una hermana de Miraval -que está embarazada- perdió los estribos. Empezó a insultar a los policías y a escupirlos.
En plena pandemia, la saliva de un desconocido parece veneno
Meses atrás, habría sido un incidente más; otra muestra de la cadena de violencia social que tiene su eslabón más débil en la periferia de las grandes ciudades. En plena pandemia, en cambio, la saliva de un desconocido parece veneno.
—Imagínese, ahí ella se nos abalanza, nos escupe y...¿cómo hacemos para mantener los 2 metros de distancia que nos defienden de un posible contagio?— comentó la fuente.
El encuentro
En el operativo no se encontró mucha droga: 848 gramos de marihuana, 10 gramos de cocaína, 9,400 pesos en efectivo, un celular, una balanza y elementos de corte y fraccionamiento. Hay que destacar que muchas veces el punto de venta no es el lugar de acopio.
—Igual, tenían una balanza y nosotros creemos que la mujer circulaba guardando porros en el corpiño y vendiendo— aclara uno de los agentes.
Y había que tener cuidado, porque los sospechosos tenían antecedentes por robo agravado. "Encima imaginate -sigue el policía- a la hora de hacer un allanamiento tenés que llevar dos testigos, asegurarte de que no les peguen, es un lío".
Ese es otro asunto. Para conseguir testigos, hay que cerciorarse de que no estén infectados. "Hay que tomarles la temperatura antes -cuenta el efectivo-. Y aparte tenemos que llevar una botellita de amonio, para desinfectar la casa en la que vamos a trabajar".
Al final el asunto termina. Concha y Miraval fueron conducidos a una patrulla -luego se los imputará por comercialización de estupefacientes- y el resto volvió a su casa. Los Policías a las suyas, los vecinos a los de ellos. Y a lo mejor hasta durmieron, y se encontraron en sus sueños, dentro de un mundo en el que la pandemia era un recuerdo.
Mirá el momento de las detenciones: