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Es mendocina, vive en Ucrania y cuenta cómo huyó de los misiles rusos salvando a los niños que tiene a su cargo

María Cristiana Demianczuk nació en Mendoza. Vive en Ucrania desde hace más de 20 años. Su corazón se reparte entre las raíces andinas y el espíritu misionero. Tras la invasión a Ucrania volvió a decir sí al llamado de Jesús: se quedará en esa tierra cuidando la vida de quienes le fueron confiados.

Florencia Rodríguez Petersen
Florencia Rodríguez Petersen martes, 15 de marzo de 2022 · 08:01 hs
Es mendocina, vive en Ucrania y cuenta cómo huyó de los misiles rusos salvando a los niños que tiene a su cargo
La hermana María Cristiana nació en San Rafael pero lleva más de 20 años viviendo en Ucrania, ese también es su hogar
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“Soy de San Rafael, el lugar más lindo de la Argentina”, dice María Cristiana Demianczuk. Está en Ucrania y su vida dio un giro radical -otro- cuando Vladimir Putin decidió invadir Ucrania en febrero. Habla en los pocos minutos que le quedan libres. Envía un mensaje de texto que se corta con el sonido de una sirena. En el siguiente, explica con voz nerviosa qué era ese ruido. Sin embargo, no se queja. Al contrario: en el poco tiempo que tiene agradece las oraciones, la ayuda, la atención a quienes están del otro lado. 

Ingresó a la comunidad cuando era muy joven. “Entendí que Jesús me pedía que lo siguiera más de cerca”, recuerda y cuenta que entonces la congregación a la que más conocía era la Familia del Verbo Encarnado y que jamás se hubiera animado a entrar a otra congregación. Hoy, mirando en perspectiva, reconoce que “Dios sabe cómo hace las cosas. El espíritu de familia que se vive en este instituto me ayudó a que diera ese paso en mi vida. No me imagino en ningún otro lado”. 

La Familia Religiosa del Verbo Encarnado es misionera. María Cristiana lo sabía y ya en su tiempo de formación pensaba en las misiones en la ex Unión Soviética con la preocupación de “ayudar a reconstruir todo lo que había sido destruido ahí”. Así que Ucrania apareció en el horizonte de forma muy evidente. “Los sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado abrieron una misión en el país del que venían mis abuelos y me pregunté: ¿por qué no Ucrania?”, cuenta la hermana Cristiana desde Zakarpattia, a donde debió huir con su comunidad y con las chicas que tienen a su cuidado cuando los misiles pasaban a unos dos kilómetros de su hogar. 

La hermana María Cristiana comparte el día a día con los niños en Zakarpattia luego de haber huido de su casa

“El viaje fue como puede ser una huida improvisada con niños de una casa que tiembla porque caen misiles a un par de kilómetros o quizás más cerca”, relata. De la huida recuerda el miedo y la incertidumbre, “(íbamos) sonriendo con la cara y temblando con las manos, haciendo chistes a las nenas para que no se preocuparan porque estábamos escapando con ellas en pijama”. 

Las emociones se mezclan con cuestiones logísticas: “Pensábamos qué más llevar con nosotras, hicimos filas de unos 700 metros para cargar nafta y recién después de salir de la provincia de Ivano-Frankivsk nos permitimos parar en un negocio para comprar a las chicas agua, galletitas y un queso que la vendedora cortó en bastoncitos. Las niñas llevaban al perro y al gato. Durante todo el recorrido hubo risas y miedo. Íbamos agradeciendo a Dios por que no había pasado nada malo”. 

En Zakarpattia se alojan en un convento de las hermanas de su instituto. “Los primeros días estaba dividida entre la atención a las niñas, distraerlas, jugar con ellas, estudiar algo, proponerles cosas para hacer, y contestar muchas llamadas y artículos”, cuenta develando que su primera preocupación es el bienestar de estas personas que están a su cuidado. 

Camino a Zakarpattia, huyendo tras la invasión de Rusia

Revela, además, que hoy su rutina incluye horas coordinando viajes y transportes para que las personas a su cuidado puedan estar a salvo y quienes lo precisen recibir medicinas y alimentos. “Ya mandamos 100 personas a España, 10 a Alemania y 5 a Italia y estamos trabajando en 4 colectivos más a España y uno a Holanda”, celebra. 

Para María Cristiana, aun “es muy temprano para decir cómo va a seguir todo. Sólo Dios lo sabe. Supongo que haremos todo lo humanamente posible para salvar a todos los que podamos”, afirma y enseguida acota: “Llegada la necesidad de huir, huiremos juntos. Dios no lo permita”. Y todavía va un paso más allá. Asegura que no se irán sin las personas con las que viven. “¿Cómo dejar a toda esta gente que no puede irse?”

Organizando a un grupo de refugiados que partiría a España

Le preocupa la guerra. Le duele la muerte. “Más que la muerte, los horrores que suceden en las ciudades tomadas por el ejército contrario. Eso es peor que la muerte. Por eso traté de que mis niñas se fueran cuanto antes”, confiesa. Y aun en medio del horror encuentra una luz de esperanza. ¿Donde? “En Dios que es buen padre y no va a permitir prueba que supere nuestras fuerzas”, reflexiona. 

La vida de la hermana María Cristiana en Ucrania

María Cristiana Demianczuk todavía está convencida del “sí” con el que respondió cuando le preguntaron si quería ir a Ucrania hace más de 20 años. La sanrafaelina llegó al país de sus ancestros con otras dos religiosas mendocinas: la madre María de las Lágrimas Farina y la hermana María Madre de Dios Sokoluk. Tenían la misión de comenzar un noviciado para vocaciones locales. “Al día de hoy este noviciado ha recibido alrededor de 100 vocaciones. Unas 60 hermanas permanecen en Ucrania atendiendo distintos apostolados y otras son misioneras, sobre todo en países de la ex Unión Soviética”, comenta. 

Pasó más de la mitad de su vida en Ucrania. Y ama ese país. “En todas partes hay cosas hermosas y hay problemas, hay gente buena y gente que no lo es. Pero uno se encariña con el lugar de misión de un modo muy particular y en cierto modo llega a ser tu patria”, cuenta y sigue: “Disfruto todo y sufro de modo particular los males, porque también son más míos. Como uno disfruta y sufre las cosas en su propia patria. Inculturarse, hacerse uno… ya es como que es algo natural después de tanto tiempo. Al principio me costó mucho”, cuenta con un profundo sentido de misión. 

La hermana María Cristiana está encargada de la escuela y el pensionado 

La Familia Religiosa del Verbo Encarnado en Ucrania creció exponencialmente en estas dos décadas. “Se fundaron hogares para niños, para madres solteras con sus niños, para mujeres mayores indigentes y mujeres con discapacidades”, cuenta. Estas obras se sostienen con aportes voluntarios de personas en todo el mundo, sin ayuda del gobierno.

“Hace dos años comenzamos con una pequeña escuela a la que asisten 45 alumnos y que hasta el momento en el que comenzó la guerra estaba creciendo mucho. Algunas de las niñas que asisten a esa escuela viven con nosotras en un pequeño pensionado”, comenta la sanrafaelina, encargada de la escuela y el pensionado. 

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