Historia de vida

El andinista mendocino que hizo historia en el Everest: "Tenés que ser fuerte en lo mental"

Javier Beiza es un guía de montaña que este año se convirtió en el primer mendocino en alcanzar la cumbre del monte Everest y el K2 en una misma temporada.

Iván Zirulnik
Iván Zirulnik sábado, 10 de diciembre de 2022 · 07:00 hs
El andinista mendocino que hizo historia en el Everest: "Tenés que ser fuerte en lo mental"
Javier Beiza hizo historia al alcanzar la cumbre del Everest y del K2 con pocos meses de diferencia Foto: Maximiliano Ríos/MDZ
El andinista mendocino que hizo historia en el Everest: "Tenés que ser fuerte en lo mental"
Foto: Gentileza Javier Beiza
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Llegar a la cumbre en una montaña no es un asunto fácil, y mucho menos hacerlo en una de las más altas del mundo. Este año, Javier Beiza, un mendocino de 48 años oriundo de Luján de Cuyo, hizo historia al alcanzar la cumbre del Everest y del K2 con pocos meses de diferencia.

El 28 de marzo emprendió viaje hacia Nepal en busca del primer objetivo que pudo cumplir luego de dos meses en la altura tras llegar a los 8,848 metros en el Everest. Luego de un pequeño descanso destinado a reponer energías, se embarcó rumbo a Pakistán para llegar a la cumbre de la segunda montaña más alta del mundo, el K2 de 8.611 metros de altura.

En una entrevista exclusiva con MDZ, Beiza contó cómo fue la experiencia en Asia, sus sensaciones al respecto, la preparación que conlleva embarcarse en una travesía de esta magnitud y las lecciones que le dejó esta experiencia.

- Sos uno de los privilegiados que ha logrado, no solamente estar en la cumbre del Everest, el punto más alto de la tierra, sino también en el K2, que es el segundo. También subir constantemente al Aconcagua, ¿sos consciente de lo que has logrado?

- Hace un tiempo me junté con mi amigo Federico y me hizo la misma pregunta. Fue la primera vez que me lo planteé igual que vos me lo estás planteando ahora. Sí y no, la verdad es que yo sigo viendo todo con una cierta simpleza, me gusta ver las cosas de una manera simple. Lo que me gusta hacer es subir montañas como guía, me gusta escalar, y si vienen las dos montañas más altas del planeta juntas, vamos y las hacemos, lo veo de una manera bastante natural en ese sentido. De ahí en más, el que sea algo tan importante la verdad que no me he dado cuenta...no soy tan consciente de haber tenido la posibilidad de hacerlo y de estar ahí, y es una alegría muy grande.

Más allá de lo personal, es una alegría como comunidad. Siempre lo explico de esta manera, porque, ante todo, los guías vivimos, nos criamos y nos mantenemos muy unidos. Hay una comunidad muy fuerte y unida en el Aconcagua, en Mendoza y Argentina.  Eso te da la alegría de saber que no sólo yo estoy preparado para este tipo de objetivos, sino que el nivel de escaladores, de guías y de profesionales que hay en Mendoza está a la altura de las circunstancias como para afrontar cualquiera de estas montañas. Cada vez que un andinista o un guía logra importantes desafíos toda la comunidad está contenta.

Javier Beiza hizo historia al alcanzar la cumbre del Everest y del K2 con pocos meses de diferencia. Foto: Gentileza


- ¿Cómo se dio esta oportunidad?

- Hace 25 años que trabajo en el Aconcagua como guía de montaña y dentro de las empresas para las que trabajo, estoy como guía independiente. Eso me da la posibilidad de elegir con quién quiero trabajar. Cuento con un gran amigo que es Garrett Madison, dueño de Madison Mountaineering. Este 2022, finalmente y después de varios años de conversar al respecto y tratar de lograr un viaje al Himalaya, me convocó por primera vez a debutar en los ochomiles, nada más y nada menos que con el Everest.

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- ¿En algún momento imaginaste que te ibas a embarcar en esta aventura de subir el Everest y el K2? ¿Cuántas veces has hecho cumbre en el Aconcagua?

- La primera temporada que fuimos al Aconcagua fue en 1996 o 1997. He podido subir 52 veces a la cumbre, se van juntando con los años. La verdad que sí, siempre me imaginé y siempre supe que algún día iba a tener la suerte de ir al Himalaya, aunque no es fácil que se dé. No es fácil conseguir una plaza, un trabajo, para ir pero todos los guías del Aconcagua de alguna manera sabemos que si hay alguna posibilidad de visitar estas montañas es trabajando como guía, porque los costos son altísimos como para afrontarlos.

- ¿Cómo es la preparación física y mental para alguien que decide emprender esta aventura?

- Para los grandes objetivos uno siempre se entrena físicamente y también tiene la etapa de mentalización, para ponerse en situación o en escena de los lugares o del objetivo que se está planteando. La verdad que yo no tuve mucho tiempo de eso, por suerte. Considero que ya estaba preparado porque, de hecho, terminamos más o menos el 15 de febrero con la última expedición en el Aconcagua y pasaron unos días hasta que me enteré de que me convocaban para el Everest. Tuve 20 días o un mes para prepararme. La realidad es que, físicamente, son objetivos que requieren gran preparación; psicológicamente tal vez es mucho mayor la exigencia.

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- ¿Cómo fue la experiencia durante el tiempo que estuvieron en la montaña hasta llegar a la cumbre y volver a bajar? La convivencia, la alimentación y las condiciones climáticas, por ejemplo.

- Son dos meses en los que la verdad juega mucho la cabeza. En mi caso fui trabajando como guía y lo primero fue ocuparme de la cabeza de la gente que llevaba...tenés que mantenerlos fuertes a ellos y, en segundo plano, estás vos. Tenés que ser fuerte en lo mental, en lo anímico y lo psicológico. La realidad es que el pasaporte hacia la cumbre está en la gente que llevás: que ellos lleguen a la cumbre es lo que te permite a vos llegar. Después, el resto no es más que hacer bien todo lo que se sabe. Siempre lo digo, porque es un cúmulo de muchos detalles que durante dos meses tenés que prestarles atención: desde la alimentación, la bebida, hasta el mantenerte sano y la higiene. Uno de los desafíos más grandes que encierran estas grandes montañas es mantenerse muy fuerte durante mucho tiempo porque también estás en condiciones bastante atípicas. Cuando viajás, el mantenerse bien alimentado y fuerte con la comida a la cual no estás acostumbrado es un desafío.

- Al vivir con mucha adrenalina constantemente, ¿qué pasa por la cabeza en el momento que estás cerca de lograr el objetivo?

- Es una pregunta bastante compleja. La realidad es que cuando vas como guía hacia una cumbre, aunque tenés alguna certeza de que vas a llegar, nunca tenés la seguridad. Hasta el último metro vas todo el tiempo emanando una energía que hace que las cosas se den de una manera tal de que el objetivo se pueda cumplir. Vas todo el tiempo motivándote, pero en realidad también estás muy atento a un montón de detalles que, inclusive, a veces te sustraen de la realidad en la que estás viviendo. Por momentos también va muy fluido y empezás a pensar en lo qué harás cuando llegues, pero son muchas las cosas que te pasan por la cabeza. Cuando llegás a la cumbre, te das cuenta que el nivel de adrenalina sigue alto porque también tenés que bajar. Hay que seguir prestando atención a todo lo que hay que hacer en ese momento, más allá del festejo, la algarabía y las fotos.

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- Hablaste de la fortaleza mental y la importancia de estar bien de la cabeza. Cuando estás allá arriba ¿hay momentos en los que se siente un poco de miedo o incertidumbre? ¿Qué se hace en esos casos si aparecen?

- En realidad nunca se deja de sentir miedo. Sin ir más lejos, hoy estuve colgado de uno de los grandes edificios que tiene Mendoza porque tengo una empresa que hacemos mantenimiento, limpieza de vidrios y tareas relacionadas a la altura. Y cada vez que empiezo a bajar por las cuerdas, siento una tensión o una pequeña sacudida en el cuerpo, que, en cierta medida, es lo que te ayuda a despertarte ¿sí? Porque si no tuvieras miedo, estás dejando de lado ciertas barreras de protección que te ayudan a mantenerte alerta y vigilante. El miedo es totalmente necesario. El miedo no se pierde nunca, lo que pasa es que hay que lograr de alguna manera que ese miedo no te paralice, sino que sirva como un motivador.

- ¿Qué enseñanzas, lecciones o motivaciones te deja tantos años de andinismo?

- En general siempre apunto a ciertos objetivos. Es una constante que, me he dado cuenta a lo largo de los años, la tengo todo el tiempo. Apunto a algún objetivo de alguna manera importante, pero una vez que logro ese objetivo, necesito uno nuevo. Me cuesta mantenerme en algún logro personal. Si me preparo mucho para una carrera, me gusta correrla y al próximo año ir a buscar otra distinta. No me gusta la monotonía o el repetir ciertas cosas. He soñado a veces en mi vida laboral ciertos objetivos, inclusive dentro de Argentina vertical, mi empresa, y una vez que los cumplí, la verdad es que necesito hacer algo distinto, algo nuevo, y busco para donde poder variar y hacer realmente algo distinto. Noto que mi vida personal necesito motivaciones constantes y distintas todo el tiempo.

- ¿Cómo vivió tu familia toda esta experiencia? ¿Cómo ha sido el acompañamiento a lo largo de todos estos años?

- Lo sentimos mucho este último año, yo estuve cuatro meses afuera. Tengo dos hijas -una de 25 y otra de 17- que lo toman de una manera bastante natural. Pero no es lo mismo irse al Aconcagua, donde te vas sólo 15 días. De ahí a irse al Himalaya, es otra cosa. Toda mi familia entiende de qué estamos hablando, con objetivos mucho más serios y cierto nivel de compromiso, pero sin lugar a dudas que el nivel de estrés es importante, inclusive a veces no es el que yo deseo. Me gustaría que todos estuvieran mucho más relajados y que pudieran disfrutarlo tanto como yo lo disfruto, pero a veces no es así y la familia sufre de más . Me gustaría que lo tomen de una manera mucho más mucho más natural como yo lo tomo y que puedan llegar a entender, por ahí, cuánto yo lo disfruto.

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