Mundo laboral

¿Con "piense" o sin "piense"?

El modismo del litoral de Argentina nos recuerda la importancia del pensamiento aplicado al trabajo. 5 claves para desarrollarlo, según Daniel Colombo, master coach ejecutivo.

Daniel Colombo
Daniel Colombo domingo, 6 de noviembre de 2022 · 11:02 hs
¿Con "piense" o sin "piense"?

Hay un lugar donde está una de las 7 maravillas del mundo: las Cataratas del Iguazú. En este impresionante torrente natural comparten frontera Brasil y Argentina, y recibió el reconocimiento de la Unesco como patrimonio natural de la humanidad en 1984, y de maravilla del planeta en 2011. Justo del lado argentino, en la zona de la selva de la provincia de Misiones en la que están las cataratas, hay una expresión muy usual cuando se contrata a alguien para una tarea. Quien se postula dice, con naturalidad: “¿Lo quiere ‘con piense’ o ‘sin piense’?"

Cuando me lo comentó una clienta, famosa diseñadora de moda, capté de inmediato la picardía de la expresión, y la perspicacia del conocimiento popular:

  • “Con piense”, implica pensar, y por eso el trabajo tiene un costo mayor.
  • “Sin piense”, es más barato, porque la persona hace su tarea sin aplicar el raciocinio.

Seguramente has escuchado alguna vez cierta variación de esta expresión cuando algún empleado dice “A mí no me pagan para pensar.” Se da en el mismo contexto. Y es así: hay gente a la que no le gusta pensar. Abro una pregunta fundamental: ¿por qué alguien elegiría trabajar sin pensar, sin aplicar su habilidad para razonar, contemplar posibilidades, evaluar y tomar decisiones?
La clave parece estar en la complejidad del acto de pensar en nuestro cerebro.

Pensar es complejo

La famosa frase del psiquiatra suizo Carl Jung, "Pensar es difícil, es por eso que la mayoría de la gente prefiere juzgar", viene a ilustrar la cantidad de recursos que utiliza el cerebro para el acto del pensamiento, y por qué a la mayoría de las personas les sale
más rápido emitir un juicio u opinar sin razonar, que reflexionar y luego actuar. El cerebro es el órgano que regula los impulsos de todas las demás funciones vitales. Es como el hardware de una computadora, la parte que pone en funcionamiento todo lo
demás. Si falla, habrá consecuencias en el resto. Siguiendo con la analogía, a la mente podemos asociarla con el software, es decir, los programas que hacen que todo funcione.

Carl Gustav Jung (1875 -1961) fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda

Como el cerebro trabaja todos los días de la vida, las veinticuatro horas, el acto de ponerse a pensar implica que deba aminorar su marcha u optimizar los recursos para poder hacer varias funciones en paralelo. Y esto puede bloquearlo, como cuando piensas en algo y no le encuentras una respuesta rápida, e incluso, cuando hay una contradicción respecto a tu huella de experiencias de vida y lo que estás analizando. Allí se produce una especie de ‘cortocircuito’ interno en el nivel del razonamiento, conclusiones y decisiones.

Qué es y cómo se produce un pensamiento

Pero ¿qué es el pensamiento? Las neurociencias explican que son pura información circulando a mayor o menor velocidad dentro del cerebro a través de las células nerviosas que conocemos como neuronas. Aproximadamente tenemos unos 100 mil millones de neuronas especializadas en recibir y transmitir información. También se sabe que, por día, un ser humano tiene aproximadamente entre 60.000 y 65.000 pensamientos de todo tipo. A su vez, en la mente se dan unos 12.000 diálogos rumiantes por día: la autocharla permanente, esa vocecita que te habla a veces en forma positiva, y muchas otras, recriminándote o cuestionándote de la peor forma.

Hace pocos años un equipo de neurocientíficos Universidad de California, en Berkeley, observaron por primera vez en vivo y en directo el proceso de un pensamiento en el cerebro. Los resultados fueron publicados en la revista científica Nature Human
Behaviour
(Comportamiento de la Naturaleza Humana). Pudieron ver el proceso desde qué despertó ese pensamiento hasta la respuesta, y concluyeron en que es la parte de la corteza prefrontal del cerebro la que coordina esta actividad. Con electrodos en la parte delgada externa del cerebro, pudieron observar que allí nació aquel pensamiento la actividad eléctrica de la corteza cerebral. Hicieron el estudio con 16 pacientes con epilepsia, como parte de su tratamiento. Les pidieron varias tareas, desde repetir una palabra o identificar el género de un rostro, hasta algo más complejo como determinar una emoción facial, o evaluar el antónimo de una palabra.

Así concluyeron en que el cerebro reveló cuatro tipos de actividad en las neuronas en el proceso de pensar. Cuando la tarea era sencilla, las áreas auditivas y visuales se activan para procesar esas señales. Y las cortezas sensoriales y prefrontales se encargan de extraer el significado del estímulo. En cambio, el estudio también reveló que cuando se trata de algo a pensar, con mayor
dificultad, -por ejemplo, saber el opuesto a una palabra-, el cerebro tomó varios segundos en responder. Allí se activaron varias partes, incluidas las redes de memoria, la evocación de experiencias de la persona, y recién luego, la corteza motora generó
una respuesta.

Otro detalle: el cerebro se prepara desde el inicio sea cual fuese la dificultad; “esto explicaría por qué las personas responden aún antes de pensar”, dijo la neurocientífica Avgusta Shestyuk, investigadora principal del proyecto. Comentó que también entra en juego el proceso cognitivo, que son las operaciones mentales que realiza el cerebro para procesar información.  Todo esto, en su conjunto, produce un pensamiento.

El cerebro no para nunca de pensar

Para encontrar sentido al “con piense” o “sin piense”, podemos analizar que no se trata solamente de una cuestión de holgazanería, como muchos pueden apresurarse a opinar. Cuando la persona no está lo suficientemente entrenada en el proceso de generar pensamientos, analizar y tomar decisiones, se le hace mucho más complejo tomarlo como algo habitual. En cambio, aquellos acostumbrados a hacerlo lo decodifican como parte de algo habitual del cerebro, y así actúan, generando ideas, pensamientos y alternativas. De esta forma, el valor de pensar abre la puerta a nuevos conocimientos, a explorar territorios desconocidos, ampliar las fronteras de la mente y permitir enriquecerse con el simple hecho de activar más frecuentemente las áreas del pensamiento.

5 formas de fomentar el pensamiento cuando trabajamos

Para encontrarle sentido al acto de pensar asociado a conseguir mejores resultados en cualquier área de la vida, incluyendo el trabajo, aquí tienes cinco formas para pasar del “sin piense” al “con piense”:

  1. El cerebro piensa para conocer: La curiosidad es un elemento básico del proceso del pensamiento. Cuando somos curiosos, procesamos en la mente, indagamos, conectamos información y enriquecemos la experiencia del conocimiento. El asunto está en que la mayoría de los que lo hacemos, creemos que lo que sabemos es lo que debemos saber. Sin embargo, hay un infinito territorio no explorado en el pensar que aún no conocemos. El simple hecho de enfrentarse al “No sé” y al “Sé que no sé” produce un debate en el cerebro, por el que muchas personas eligen no pensar. La herramienta para sumar es desarrollar niveles superiores de pensamiento, analizar, explorar y abrir ventanas a nuevas perspectivas. Así se consigue una mayor agilidad al pensar. 
  2. Conectar experiencias y actualizarlas permanentemente: El cerebro no está desprovisto de conocimiento. Incluso las personas sin ningún tipo de instrucción formal tienen conocimiento, porque todos traemos un enorme equipaje en la bodega cerebral lleno de pensamientos, experiencias, creencias, vivencias, cultura, historia de vida. Para generar un nuevo pensamiento, el cerebro siempre lo pasa por otro anterior; es decir que hay algún antecedente o asociación, un punto de referencia, una huella, una consiliencia -en el término de las neurociencias- que es la pincelada de aquella experiencia que hemos vivido. Para fomentar este proceso, recomiendo exponernos a lecturas inusuales, desafíos, retos que nos hagan reflexionar y pensar permanentemente; a tomar decisiones y a elegir entre varias opciones. También, a que las tareas no sean repetitivas y monótonas, ya que, literalmente, pondrías tus pensamientos a dormir.
  3. Al cerebro no le gusta que lo contradigan: Si esta función fuese inversa, quizás a las personas no nos costarían tanto los cambios y transformaciones. La mente prefiere algo que confirme lo que sabe, en vez de aquello que lo pone en duda o contradice. Por eso, el proceso mental prefiere respuestas por sobre las preguntas, y aquí aparece el aspecto interesante de que es más sencillo reaccionar o sacar conclusiones apresuradas, que preguntar e indagar, y, luego, responder. Para fomentar un pensamiento crítico, que estimule la diversidad, la contradicción y la duda como una posibilidad de encontrar mejores respuestas, se puede desarrollar cierto aspecto de rebeldía del cerebro; es decir, poner en duda y analizar antes de dar respuestas inmediatas. La inspiración, la creatividad y la innovación son tres caminos para lograrlo.
  4. Salir del pensamiento lineal: Otra forma de entrenar el pensamiento es saber que, si nos quedamos con un repertorio limitado de respuestas, es posible que haya una linealidad tal que no despierte el factor sorpresa, que tanto le gusta al cerebro como estímulo. El pensamiento lineal es cuando la persona tiene sólo un esquema al pensar, una sola respuesta posible, y no visualiza otras alternativas. Conversar con gente muy distinta a uno, hacer desafíos de ingenio que pongan a prueba tu destreza, esforzarte por aprender algo completamente nuevo, son tres formas de salir de la linealidad.
  5. Expandir el modelo mental propio: El modelo mental es la forma en que cada persona se representa el mundo. Está conformado por creencias, paradigmas, experiencias de vida, aspectos hereditarios y biológicos, la educación y la cultura donde se desarrolló, y se activa pensando en función de ese historial. La mente tiene varios espacios, como la mente consciente, el inconsciente y el subconsciente, donde se afirma que se generan impulsos de las emociones y sentimientos; le da significado a las experiencias.

Si logras trabajar en la mente subconsciente, aprenderás a generar otro tipo de pensamientos que te ayudarán a ir más rápidamente hacia los resultados que buscas. Algunas formas de gestionar y estimular el pensar es con técnicas de respiración, yoga, mindfulness y todo aquello que permita enfocar la atención. Con la práctica continuada vas a lograr expandir la habilidad de pensar, como una capacidad esencial de cualquier ser humano que quiere crecer y desarrollarse al máximo.

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