Un argentino en África

El día que Wakiza pudo ir a la escuela

Wakiza inicia otro día para salir a pedir limosna, sin imaginar que su suerte cambiaría gracias a la ayuda que inesperadamente encontraría a su paso por el mercado...

P. Federico Highton domingo, 26 de septiembre de 2021 · 08:06 hs
El día que Wakiza pudo ir a la escuela

Soy Nahuel Miranda Leguizamon, misionero en Malawi. Tuve la oportunidad de visitar varios colegios en Malawi y estar en contacto con diferentes estudiantes de los diferentes niveles educativos que tiene este país. Como educador tengo la  fuerte convicción de que la educación es el único motor capaz de mejorar el futuro de un país, sea cual sea su situación.

Lo interesante, de todas formas, no es lo que yo piense sino lo que piensan miles de padres que hacen verdaderos sacrificios para poder enviar a sus hijos a la escuela. No sólo pagando aranceles trimestrales sino también alojamiento o pensiones para que sus hijos puedan estar en las urbes donde se encuentran los colegios, además del arancel de un comedor trimestralmente, sumando a eso la vestimenta, el calzado, libros y material escolar.

Derecho a la educación en Malawi

El sistema educativo de Malawi sigue un sistema 8-4-4, lo que significa ocho años de educación primaria, cuatro años de educación secundaria y cuatro años de educación de nivel terciario. En algunos casos, 5 años más de formación universitaria. La educación ha dependido durante mucho tiempo de factores externos. Por ejemplo, en 2002 se observó una caída significativa en la asistencia infantil debido a la estación seca extrema y al aumento de la pobreza (World Bank, 2010). Además, el acceso a la educación se ve afectado por consideraciones de género, pero también las disparidades de ubicación e ingresos son más impactantes con las poblaciones pobres y/o rurales que tienen menos acceso a la educación que las áreas urbanas (World Bank, 2010). Cómo aquí en Chisenga donde tenemos nuestro centro misional.

A partir de 2018, tanto la educación primaria como la secundaria son gratuitas, para facilitar el acceso a la educación según la revisión de los Derechos del niño en Malawi. Cosa que en la práctica es una ficción ya que acceder a la educación media o secundaria requiere del abono de aranceles trimestrales, para poder continuar sin problemas dentro de las instituciones educativas, caso contrario se invita a retirarse a esos alumnos que no pueden abonar su educación.

Menos de la mitad de los niños de Malawi acceden a educación primaria y la situación es aun más grave en secundaria.

Sin embargo, sólo el 41% de los niños de Malawi asiste a la escuela, y solo el 20% de los niños de 14 a 17 años asistían a la educación secundaria en 2018 (National Statistics Office, 2019). El número de niños y niñas jóvenes sin escolarizar no sugiere ninguna práctica discriminatoria en esta materia (para la categoría de 14-17 años: 698,754 hombres y 674,052 mujeres estaban fuera de la escuela).

En Malawi los problemas son muy diferentes a los de Argentina y sus datos son poco esperanzadores: es uno de los países menos recomendables para la inversión según el Banco Mundial (164 de 189), el 10% de la población adulta está infectada por el virus del Sida , carece de recursos naturales, la falta de salida al mar no le permite desarrollar un comercio más allá de sus países vecinos, sufre de problemas endémicos como la corrupción y tampoco resulta un mercado muy atractivo tanto por su tamaño (población total de Malawi es de 17.000.000) como por su poca capacidad adquisitiva. Todas estas variables no hacen que uno pueda ser muy  optimista sobre el futuro del país y más aún en el contexto de "pandemia" y el cierre de los espacios educativos que más adelante desarrollaré.

Sida, escasez de recursos naturales, corrupción o excesiva dependencia de la agricultura son algunos de los principales problemas del país.

Nahuel con un grupo de niños que reciben clases de apoyo.

Sin embargo, el Informe del Censo de Población y Vivienda de Malawi de 2018 más reciente, indicó que el 68.6% de la población estaba alfabetizada y reconocía la diferencia entre hombres y mujeres. También señaló una demarcación entre los niveles de alfabetización en el norte y el sur del país. El área rural de negocios llamada Chisenga, pertenece al distrito de Chitipa ubicándose en el extremo norte del país, la periferia de la periferia, como dice su Santidad Francisco I. Se ubica al borde de la frontera con Zambia, donde se encuentran los más pobres entre los pobres, olvidados entre montañas.

La falta de asistencia se puede explicar por la existencia de numerosas barreras que impiden que los niños asistan a la escuela. Por un lado, las barreras económicas pueden afectar la capacidad de un niño para asistir a la escuela. Algunos padres no pueden pagar los gastos relacionados con la escuela (libros, uniformes) mientras que otros están sacando a los niños de la escuela para realizar tareas domésticas. Por otro lado, consideraciones prácticas como la larga distancia, las infraestructuras inadecuadas, la falta de agua, electricidad o saneamiento adecuado en las instalaciones escolares obstaculizaron aún más la capacidad de los niños para asistir a la escuela.

La historia de Paul Wakiza

Es el caso de "Paul" Wakiza, un niño de unos 14 años con signos de malnutrición y problemas cognitivos debido a ésta. Wakiza es uno de los niños más reconocidos en el área de comercios de Karonga por su simpatía y facilidad para hacer amigos; donde en muchos negocios lo dejaban entrar para mendigar y en otros lo corrían como a un animal de la calle.

Hasta que un mediodía luego de habernos cruzado varias veces, lo invitamos a compartir el almuerzo y mediante personas del lugar que manejaban la lengua y nos traducían, pudimos profundizar más en su vida.

Es el menor de varios hermanos, mendigaba para subsistir y además está a cargo de una hermana mayor, ya que su madre falleció.

Al conocer su situación decidimos poner todos los medios a su disposición para ayudarle en la escolarización y que pueda seguir su proceso educativo formal. Le compramos sus uniformes, útiles escolares, y conseguimos una escuela que lo tomara y lo acompañamos a su primer día de clases.

En su revisión del período universal, el Consejo de Derechos Humanos también mencionó que los niños son víctimas de agresiones sexuales en la escuela (HRC, 2020). En general, las escuelas de Malawi carecen del material, las herramientas pedagógicas y la enseñanza de calidad que necesitan para cumplir su función.

Muchas "escuelas" en la parte que compete a lo edilicio son solo grandes salones de ladrillo y adobe con paja en los techos y ventanas con estructuras agujereadas. Los pizarrones en el más vanguardista de los salones son zonas pintadas de negro en la pared que queda grisácea de tantas horas de clases y uso de tiza.

Así lucen las tradicionales escuelas de Malawi.

En respuesta a la pandemia de Covid-19, todas las escuelas estuvieron cerradas durante cinco meses, a partir de marzo de 2020 (Kaponda, 2020). El cierre de las escuelas promovió problemas sociales, y ha atribuido un aumento en los embarazos de adolescentes. El gobierno autorizó a las escuelas a reabrir en septiembre de 2020 al completar y respetar una guía sanitaria (Kaponda, 2020).

La historia de Samuel

Samuel Mtambo, de 20 años, es un estudiante de primer año en la escuela secundaria de Chisenga, quien recorre tres veces a la semana dos horas caminando de ida y otras dos de regreso desde la localidad de Kawomolo. Dice que desde que las escuelas cerraron a causa del confinamiento, algunos de sus compañeros han adoptado conductas peligrosas, como el consumo de tabaco y alcohol. “Es como si hubiéramos estado de vacaciones durante mucho tiempo. Muchos estudiantes pensaron que las escuelas nunca volverían a abrir y empezaron a trabajar para ayudar a sus familias”.

Temiendo por su continuidad con sus estudios ya que su padre falleció recientemente,  su madre trabaja en el campo y enfermó gravemente, lo cual implica que deba responsabilizarse de parte de esos trabajos para tener ingresos y parte de ellos para pagar su educación. Lo cual son unos USD 115 anuales- una gran cifra por cubrir para ellos- si consideramos que muchas de estas personas viven por mucho menos de un dólar por día.

Si hablamos de educación hay una falta absoluta de profesores calificados (los exámenes oficiales son en inglés pero muchos profesores no son capaces de hablarlo, lo que impide que los alumnos puedan avanzar en la Secundaria y eventualmente a la Universidad), de infraestructura (la falta de capacidad de las aulas hace que en el mejor de los casos muchas clases se impartan debajo de los árboles o simplemente los estudiantes no puedan acudir al colegio cuando empieza la temporada de lluvias) o de medios materiales (el ratio que pude estimar es de 1 libro por cada 8 alumnos en los colegios públicos). Además existe una gran masificación en los colegios públicos (el ratio aproximado es de más de 100 alumnos por cada profesor).

A pesar de que en su mayoría no están escolarizados, los adultos reconocen la importancia de la educación: saben el impacto que la escuela puede tener en las personas y en la comunidad.

Sin embargo, pese a tener necesidades más básicas como son la hambruna en los años de sequía (como lo fue en 2015), la desnutrición o enfermedades como el Sida, que han dejado el país tremendamente devastado, los padres dan una gran importancia a la educación de sus hijos. ¿Por qué padres que no han tenido una educación, ni oportunidades en muchos casos de conocer el mundo más allá de la distancia que pueden recorrer andando (en las zonas rurales es aún extraño encontrar televisiones por la falta de electricidad) dan intuitivamente tanta importancia a la educación? ¿Es verdad que solo se aprecia lo que se conoce?

Tras hablar con numerosas personas, aquí la mayoría -probablemente con altas dosis de realismo- no son demasiado optimistas en una mejora generalizada de la situación del país pero sí en el impacto individual que la educación puede tener en un número importante de personas y que ese impacto agregado sí puede influir en beneficio del país.

Un bonus track para ser parte del cambio

Marita es la hermana de Wakitza. Tiene 17 años y no puede ir a la escuela porque su familia no cuenta con recursos. Quienes quieran apadrinarla en sus estudios, pueden contactar a los responsables de la misión Omnes gentes project y colaborar con la misión que encabeza el sacerdote argentino Federico Highton. 

 

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