Apuntes de siembra

La sobreestimulación en los niños: ¿Qué es verdaderamente lo que mi hijo necesita?

Hablemos de un término que se escucha mucho en padres de niños pequeños: la estimulación. Concretamente, la estimulación en el aprendizaje de nuestros hijos.

Lic Magdalena Clariá y Mercedes Gontán domingo, 14 de noviembre de 2021 · 07:14 hs
La sobreestimulación en los niños: ¿Qué es verdaderamente lo que mi hijo necesita?
Foto: Pexels

Todos sabemos que el ser humano puede aprender algunas habilidades por sí mismo, sin ayuda de nadie, por simple imitación (a hablar, a caminar), pero cuánto más rápido las aprende si tiene a alguien cercano estimulándolo en ese aprendizaje y motivándolo para el logro. Y si es con amor y buena voluntad, todavía más. Y ahí entramos los padres, que venimos a ser los estimuladores natos de nuestros hijos, los presidentes de su club de fans.

Creemos como padres que, cuanto antes logre determinado hito madurativo, mejor. Más valor nos da a nosotros como padres, o más orgullosos nos sentimos; como si tuviéramos más mérito educativo, como si fuera evidente que pusimos un mayor empeño a la estimulación o algo por el estilo. Y nuestros hijos por supuesto, como resultado serán más completos, más inteligentes, más creativos, etc.

Actividades, estímulos y maduración

Muchas veces encontramos niños de sólo dos años repletos de actividades: el jardín de infantes o talleres desde muy temprano -aún antes de que sea obligatorio, y más allá de las necesidades logísticas-. Más adelante,  distintas actividades extras que se van sumando: lunes baile, martes música, miércoles iniciación al deporte, jueves hockey y viernes natación. Un calendario semanal igual o más lleno que el de sus padres. Y podemos creer que más es siempre mejor. “Él/ella puede…tiene mucha energía, y además me lo pide”.

Es importante recordar que para los niños de hasta 12 años -y por supuesto después también, pero especialmente durante ese período- tener momentos de descanso y de juego libre en su propio entorno es muy importante, sino clave, para su desarrollo y crecimiento tanto intelectual como emocional. Y que no son ellos -por lo menos en la primera infancia- capaces de regular sus energías. Somos nosotros quienes debemos actuar de filtro: poner horarios en sus rutinas, generar espacios de “aburrimiento”, cuidar el ritmo que llevan. A ningún padre se le ocurriría decir que su niño de 2 años se vaya a la cama “cuando tenga sueño”, porque sabemos la catástrofe que podría ocurrir.

Consecuencias no deseadas

¿Cuál puede ser la consecuencia de no hacerlo? Catherine L’ecuyer, autora de libros como “Educar en el asombro” y “Educar en la realidad”, dice que “el asombro es el deseo para el conocimiento". 

“Cuando presentamos al niño pequeño estímulos externos de manera que estos suplantan su asombro, anulamos su capacidad de motivarse por sí mismo. Sustituir lo que mueve a la persona es anular su voluntad. Al final, el niño se apalanca y no es capaz de ilusionarse ni asombrarse por nada. Tiene el deseo bloqueado", señala. 

Cuando sobre estimulamos y no damos lugar al aprendizaje autónomo, los cerebros -aún en formación- de nuestros niños, trabajan de más y sin la capacidad de procesar tanto estímulo, tanta información, sea del tipo que sea.

Esto ocurre muy claramente cuando los exponemos a pantallas desde edades tempranas. Sus redes neuronales en permanente crecimiento y expansión quedan como “paralizadas” frente al estímulo fácil de la pantalla, que da todo servido, y en el que la interacción del niño es poca o nula, y utiliza sólo ciertas áreas del cerebro.

Pensemos también en esos hogares donde los dibujitos animados son como música funcional, constantemente encendidos, 24 x 7, sin importar que nadie esté mirando, y que se vuelve un imán para cuanto niño pase cerca. 

Lo mismo ocurre con la cantidad excesiva de juguetes, otra vez caemos en el error de creer que a mayor cantidad de juguetes, mayor estimulación, mayor creatividad, menos aburrimiento. Pero, como nos dice Álvaro Bilbao, distintos estudios científicos muestran que muchos juguetes distraen al niño y hacen que mantenga el juego por menos tiempo. La calidad del juego es mejor con cuatro juguetes que con dieciséis, los niños que tienen menos juguetes crean más posibilidades con esos juguetes haciendo que el juego sea más rico e imaginativo.

¿Y si mi hijo se está quedando atrás?

Los papás de Marcos nos consultaron preocupados porque su hijo de un año y 10 meses no hablaba aún, sólo contadas palabras. Veían a su alrededor varios primos que ya hablaban de corrido, y sentían que Marcos se estaba quedando atrás.

Pero Marcos acababa de tener una hermanita, que venía a absorber la atención de sus padres, sobre todo de su mamá, como es esperable en un recién nacido. No sólo todavía estaba dentro de los parámetros evolutivos normales para alcanzar el habla, se le sumaba también un factor emocional de suma importancia: el nacimiento de su hermana. Y vemos muchísimas veces como estos acontecimientos importantes en la vida de los chicos (nacimientos, muertes, viajes, mudanzas, separaciones, cambios de colegio y mil etc.) causan un gran impacto y ellos reaccionan, lo cual habla, en realidad, de una gran sanidad mental y evolutiva.

Desde ya que ante la duda podemos hacer consultas profesionales, pero no nos dejemos marear comparándonos con los demás y creyendo que los videos de las redes son todos 100 % reales.

Recapitulando: ya que somos y siempre seremos los presidentes del club de fans de nuestros hijos, intentemos que nuestro aporte sea positivo y acorde al momento evolutivo de ellos. Cada edad tiene su necesidad y sus tiempos. Querer apurarlos o forzarlos sería como pedirle a una oruga que se convierta en mariposa más rápido de lo que el proceso de la naturaleza le permite o sacar una torta del horno antes de tiempo para que esté disponible antes para los invitados. Simplemente no funciona así.

Sepamos mirarlos, entenderlos y también esperarlos. Los mismos chicos irán pidiendo lo que su crecimiento evolutivo necesita. Estemos informados de lo que cada edad implica, y de lo que es “esperable” o no. Pensar la actividad extra que realmente parece disfrutar cuando sea el momento, el breve rato de pantallas necesario para descansar de un largo día de jugar al aire libre, la cantidad de juguetes que necesita y cuántos otros mejor por ahora guardar, y así… siguiendo su ritmo, iremos mucho más acompasados y sin niños agotados física y neurológicamente.

*Magdalena Clariá es Licenciada en Psicología y Mercedes Gontán, abogada, Mediadora y Orientadora Familiar. Juntas hacen Apuntes de siembra

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