Opinión

Mapuches, sentimiento y verdad: Alberto y la autoconstrucción

El otorgamiento de tierras a comunidades del sur de Mendoza despertó el debate. ¿Hay mendocinos que tienen origen mapuche? ¿Tienen derecho a esas tierras? ¿Por qué Alberto Fernández avanzó sin consultar?

Gustavo Capone
Gustavo Capone miércoles, 1 de febrero de 2023 · 11:02 hs
Mapuches, sentimiento y verdad: Alberto y la autoconstrucción
Foto: Telam

Dos consideraciones preliminares antes de verter un comentario histórico. La primera, es que creo en la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios. En paralelo, y no debería ser mal interpretado, ni contradictorio ante la aseveración anterior: los mapuches jamás habitaron Mendoza por lo cual no tienen ningún derecho de posesión sobre nuestro territorio. Mientras que el otorgamiento de hectáreas en San Rafael y Malargüe es un acto que no tiene soporte jurídico, ya que no son tierras fiscales, sino hectáreas que poseen un dueño registrado. Por ende, esa instancia de concesión es anticonstitucional.

En realidad, quienes reclaman la propiedad de las tierras en el sur provincial no son mapuches (ni descendientes), sino “crianceros”, y esto está claramente probado judicialmente. Las pruebas son contundentes: los reclamantes eran solamente arrendatarios cuya ocupación de la tierra fue expresamente para la crianza de animales. Pero tampoco en los supuestos mapuches se perciben elementos comunitarios que demuestren un arraigo ancestral (idioma vernáculo, ritos, etc.) con aquel histórico colectivo indio.  La Ley nacional Nº 23.302 de 1985, que es la ley que creó al INAI definió como comunidad indígena al “conjuntos de familias que se reconozcan como tales por el hecho de descender de poblaciones que habitaban el territorio nacional en la época de la conquista o colonización”. No sería este caso.

Lo segundo, es la posición presidencial con respecto al tema del otorgamiento de tierras con absoluto desconocimiento de algunos factores previos, aunque sujetos a algunas fantasías que solo pareciera observar el presidente. Hace unas semanas, Alberto Fernández esgrimió un argumento sobre la inflación: “Es autoconstruida; está en la cabeza de la gente. La gente ve en un diario que va a subir el combustible y entonces empieza a aumentar por las dudas”. Sin ser un especialista en el tema me arriesgo a decir que es un argumento muy débil para justificar un fenómeno que el mundo entero prácticamente erradicó y nuestro país todavía no, encontrándose entre las naciones que presentan los índices inflacionarios más elevados. Ayer la carne aumentó. El sábado decía $1.100 el kilo de costillas en el cartelito de la pared del almacén y carnicería de cerca de casa; hoy el cartelito dice: $1.350. Lo vimos todos.

Pero no me detendré en este punto comercial y económico. Si repararé en el concepto “de lo autoconstruido” y en el de “por las dudas” que sostiene el presidente y que pareciera volcarlo a cuanto tema urticante anda rondado por ahí.

Pasó con esta concesión (“regalo presidencial”, como sostuvo el periodista Cristian Pérez Barceló) al otorgarle más de 21.000 hectáreas a los autopercibidos mapuches.

Indudablemente el argumento de “autoconstrucción” se cristalizó en estos manifestados descendientes mapuches, más allá de que no haya una sola prueba o un solo dato que justifiquen su argumento. Ellos se “autoconstruyeron mapuches”, pareciera que tomado el argumento del primer mandatario. Y la complementación de la expansión del pensamiento de Alberto se daría, a pesar de toda una serie de argumentaciones jurídicas contrarias al otorgamiento, con sentencias firmes y “la debilidad de papeles” de los pseudomapuches, en que lo concedió (retomando otra vez su comentario): fue “por las dudas” (como cuando argumenta los aumentos culpando a los comercios y ciudadanos).

Una historia poca conocida

Antes de contar esa historia también me parece prudente aceptar el debate de quienes sostienen que los mapuches no son ni chilenos ni argentinos porque son preexistentes a la conformación nacional de ambos Estados. Podremos discutirlo. Y seguramente habrá argumentos suficientes para llevar adelante una discusión seria. Ahora es importante partir de una premisa real en el debate que nos convoca: los mapuches nunca habitaron Mendoza. Las colectividades originarias y sus dos áreas arqueológicas que se reconocen en Mendoza son: a) el COA (Centro Oeste Argentino que incluye sur sanjuanino y gran parte de Mendoza) donde se encontraban respectivamente los Huarpes Alletiac y Millcayac. Y b) el área Patagonia, al sur del Río Tunuyán (aunque algunos presentarán como frontera el Río Diamante) tierra de pehuenches y puelches.

Y otro punto para debatir es la composición del Estado Nacional, pero siempre a partir de la Constitución Nacional de 1853, interpretando a ésta como el máximo soporte jurídico legal y legítimo: representativo, republicano y federal que estableció los límites jurisdiccionales de los territorios provinciales y determinó los criterios soberanos de nuestra patria. Reconociendo siempre los derechos y deberes de quienes anhelarán vivir en Argentina (uno de los postulados del Preámbulo: “para todos los habitantes del mundo”), pero también defendiendo los lógicos derechos históricos – étnicos a favor de los genuinos referentes de las ancestrales culturas aborígenes originarias cubiertas constitucionalmente, entre muchos artículos, decretos y leyes por la Ley 24071, la Ley 26160, donde plantea la necesidad de la personería jurídica de las comunidades indígenas para inscribirse en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas, la Ley 26994, la Ley 25517 sobre el lógico respeto y resguardo patrimonial tangible e intangible de las comunidades, o la Ley de Educación de 2006 que estableció la educación bilingüe. Pero todos esos derechos tienen como límite el cumplimiento de la Constitución. Y solo por poner un ejemplo, como en el caso mayoritario de comunidades huarpes del desierto lavallino o de la precordillera provincial que, en el marco de la Ley, en Mendoza se adecuan a esas normativas. Pero no es ni por asomo el caso citado ante el otorgamiento presidencial reciente, que probablemente traiga por añadidura otras aristas vinculados con los recursos naturales provinciales que en torno a esas propiedades se encuentren.  

Vamos con la historia. Orélie Antoine de Tounens, era un francés nacido en Chourgnac el 12 de mayo de 1825. Morirá también en Francia en 1878. En su tierra se desempeñó como procurador del Tribunal de Primera Instancia en Périgueux, en la región de Nueva Aquitania. Persona culta y bien considerada. Era un fanático lector que se sentía cautivado por las lecturas de viajeros. Así llegará a encontrarse con “La Araucana” de Alonso de Ercilla y Zuñiga (1533 – 1594), aquel poema épico español que describió la conquista de Chile, principalmente la Guerra de Arauco, y las particulares circunstancias del trágico y espeluznante enfrentamiento entre araucanos y españoles.

Fascinado por ese espíritu aventurero abandonará todo en Francia movilizado por la idea de reunir las repúblicas hispanoamericanas bajo el amparo de una confederación monárquica constitucional. Llegará a Chile, se dirigirá al sur patagónico. El 17 de noviembre de 1860 redactará un decreto donde se proclamó “Oreile Antoine I, el soberano del Reino de la Araucanía” dando un discurso a las paredes. Luego también anexará declaratoriamente y por su exclusiva propia voluntad la Patagonia al mismo reino que comprendía según él, desde el Río Biobío en Chile y el Río Negro en Argentina hasta el Estrecho de Magallanes y entre ambos océanos. Estaba loco. Ya nadie lo escuchaba. Fue deportado a Francia y volvió tres veces más a Sudamérica. Daba risa. Quienes lo admiraron por su idealismo utópico lo abandonaron porque la justicia determinó una avanzada locura.

Pobre, Antoine, creyó “su autoconstrucción” y se tiró un lance “por las dudas”. Hablaba solo. Una vez más la historia se repite.  

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