Claves del poder

Empezó el último round: el "cristinismo" avanza y Alberto Fernández no negocia

Alberto Fernández no permite que el Gabinete se desordene de cara al año electoral. Rota la relación con Cristina hace un año, arma su grupo de trabajo y no descarta ir a las PASO. El efecto Celac y la dictadura en Venezuela.

Pedro Paulin
Pedro Paulin viernes, 27 de enero de 2023 · 18:40 hs
Empezó el último round: el "cristinismo" avanza y Alberto Fernández no negocia
Foto: Noticias Argentinas

Alberto Fernández no va a bajar los decibeles y se va a mantener estoico con los embates de La Cámpora, que empieza a definir un año en el que, según Cristina Kirchner en privado, el país está perdido electoralmente y habrá que buscar cobijo ganando la provincia de Buenos Aires, algo que es posible según varias encuestas que manejan en el Instituto Patria e incluso en Uspallata, la meca de los focus y encuestas no siempre certeras. 

Eduardo "Wado" de Pedro sacó en los últimos días chapa de conciliador, un mote que le valió caro internamente y generó desconfianza de propios y confianza de ajenos. Comidas y charlas con Marcelo Tinelli, Daniel Vila, Techint, Hugo Moyano, un poco de todo hizo que este militante de los derechos humanos de izquierda, hoy devenido a ministro del Interior, tenga la nomenclatura discutible de moderado.

El intento de golpe palaciego que tuvo Alberto tras la previsible derrota de las elecciones legislativas, rompió para siempre el vínculo presidencial con De Pedro, que siguió siendo nexo con intendentes y gobernadores, pero ya con segundas llamadas de albertistas o el propio Sergio Massa para corroborar información. Wado lo supo y no le gustó, pero es un costo que supo que pagaría. 

La Cumbre de la Celac empoderó al presidente, que quedó en off side cuando un comunista chileno, hoy presidente, tomó distancia de la violación de los derechos humanos pidiendo "elecciones libres, justas y transparentes" en la dictadura bolivariana que encabeza Nicolás Maduro. Nadie a esta altura, salvo este Gobierno, le cuesta calificar de dictador a Maduro, ni siquiera a Gabriel Boric, una persona que hace cinco años creía en Carlos Marx.

Alberto tiene internamente números que le provén sobre un país próspero, con inflación a la baja, sin pausa en la creación de empleo, gobernadores alineados, imagen negativa a la baja, pobreza en caída libre y liderazgo regional. Es el país que Alberto ve y su entorno necesita, no siempre va de la mano de lo que pasa en Argentina, donde los chicos hacen filas para comer basura en el Conurbano superando los 65% de pobreza infantil y donde en el interior, La Rioja, por ejemplo, el gobernador se baja con fajos de plata (de dónde vendrán los palets de plata cash de Ricardo Quintela, ¿nadie se lo pregunta?) en las villas para repartirlo como Robin Hood, pero algunos siglos y gobiernos peronistas después. 

El Gobierno entonces tiene un desafío: explicarle a la sociedad por qué el Frente de Todos ya no existe si es que alguna vez fue un frente político y no un espasmo electoral, una conjunción de olfato, estrategia y las condiciones del mago Cacarulo, que lograba sus trucos porque tenía mitad habilidad. La Cámpora opera en medios a través de encuestas donde el tiro sale por la culata: algún atento se daría cuenta que lo que exhibe el último estudio es que la imagen negativa presidencial está en baja o no sube. 

Alberto habló con Victoria Tolosa Paz, que está en la Costa recorriendo y con números que le confirman lo que viene pensando hace un tiempo: ¿Qué rol ocupará el año que viene, una vez terminado el Gobierno y con ambición de gobernar su La Plata natal o algo más? Su marido, Pepe Albistur, es más que un ministro sin cartera. La línea directa con el presidente no se toca, y es quien puede decidir la suerte de más de un funcionario. La Cámpora intentó achicar su poder varias veces, pero chocaron con un paredón infranqueable. 

Wado de Pedro creyó que el presidente lo invitaría a un acto, como si fuera Alberto quien escribe la agenda de Lula en una visita internacional, lo que confirma un desconocimiento supino sobre la diplomacia y las actividades de protocolo extranjero. Podría haber despejado dudas con el canciller, que tampoco sabe bien qué es la política exterior, pero tiene a cargo la cartera. No se hablan ni consultan, así es el nivel de comunicación del Gobierno

Para mejor, la comunicación quedó en manos, hasta nuevo aviso, de la persona que mayor rechazo genera en buena parte de la opinión pública: la vocera presidencial. Alberto le tiene afecto, entonces no corre a Gabriela Cerrutti de su cargo. Su problema no es el mal gusto o la vulgaridad, todo eso sería aceptado en la actualidad casi como una virtud, el problema es el cómo, la pedantería y los problemas recurrentes que tiene el Gobierno por la conjunción insuperable de ineptitud, soberbia e incapacidad que logró Cerrutti con el paso de los años. 

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