Entrevista

El enólogo mundial que dice que no se debe hacer vinos para críticos

"Cuando se habla mucho de enólogos y de puntajes, significa que los lugares no son importantes". Esto lo dice uno de los referentes mundiales del mundo del vino, Alberto Antonini. Enólogo italiano de enorme trayectoria, que ha influído mucho en el vino argentino y que tiene su proyecto en Mendoza.

Federico Lancia
Federico Lancia jueves, 19 de mayo de 2022 · 11:00 hs
El enólogo mundial que dice que no se debe hacer vinos para críticos

Hablar de Alberto Antonini es realmente referirse a alguien de palabras mayores. Se trata del referente del vino toscano en Italia que ha sido asesor de muchas bodegas alrededor del mundo. Con su proyecto Poggiotondo, una historia que empezó en 1968 cuando su padre compró estas tierras cerca del Mar Mediterráneo, ricas en fósiles de tierra caliza que pertenecía a Conti Guidi, una familia de antiguos nobles.

En la Argentina, tiene un gran proyecto que es Altos Las Hormigas, en Luján, donde plantó su filosofía hace varios años y hoy el tiempo le va dando la razón. 

-¿De qué se trata este proyecto Poggiotondo?

-Es el lugar donde me crié y donde surgió mi gran pasión. Es una finca que compró mi papá en el año 1968 y plantó dos hectáreas de viñedos, también olivos. En los noventa decidí hacerme cargo y empezar a desarrollar el proyecto que es el nombre de la finca. Y con ello, hacer de esto un verdadero negocio del vino. Compré más viñedos, más tierras y construí la bodega. Y de ahí con mi señora y familia a venderlo alrededor del mundo, dentro de la denominación del Chianti. 

Vinos ponderados en el mundo.

Es la zona oeste de esta denominación que es muy interesante porque son suelos de origen marino y son sedimentos calcáreos de conchas marinas que se generaron millones de años atrás. Y tiene una arcilla que junto al calcáreo le dan el carácter de fineza, de vitalidad, de energía en la boca. Y la reina de la Toscana es el Sangiovese, que se encuentra en los cortes del Chianti y tengo ganas de volver a hacer la fórmula original, que lleva algo de uvas blancas.

Tengo una gran deuda con el lugar y quiero devolverle todo lo que me dio. No solo desde lo profesional sino también personal, porque hacer vinos en diferentes lugares del mundo y viajar me ha permitido conocer terruños diferentes, culturas y tradiciones distintas. 

Volvió Vinitaly, luego de la pandemia, me gustaría tu opinión del vino italiano hoy

Francia fue el primer país del mundo que desarrolló la cultura del vino, del origen de la uva y eso fue hace casi doscientos años atrás, entonces dominó mucho el escenario mundial. A pesar de no haber sido el primer país en producir vinos, porque el origen del vino está cerca del mar Negro, en Armenia o Georgia. De ahí llegó a Italia y los romanos fueron los encargados de distribuirlo por todos lados. 

Italia antiguamente se llamaba Enotria, es decir tierra del vino. Ya que es el único país del mundo donde el vino se cultiva desde el Norte al Sur, del Este al Oeste, en todas las islas. En cualquier lugar del país hay cultivo de uva, tiene una tradición increíble, con más de mil variedades autóctonas (que es una riqueza infinita), donde en los últimos cuarenta años ha sido increíble de un crecimiento absoluto, pero quizá hasta los mediados de los setenta el vino era producido para acompañar la gastronomía italiana. No era lo que es hoy: un vehículo de cultura, de realización, de conocimiento. 

Alberto en el stand de Vinitaly 2022.

Tuve la suerte de vivir todos esos cambios, cuando comencé a trabajar en los ochenta. Es decir ese renacimiento, un país que es cada vez más importante en el concierto mundial, donde se están desarrollando mucho las diferentes denominaciones de las distintas regiones: hay una oferta muy amplia de zonas, de suelos, de variedades. El vino italiano está viviendo un momento de gran éxito. 

Y una de esas claves del éxito es que han entrado a la industria recursos humanos de calidad, de valor distintivo. Cuando empecé el mundo del vino estaba compuesto por gente muy simpática, que a mi me fascinaba, pero era un mundo muy sencillo. Y yo tampoco entré por el glamour, no lo tenía. Era muy agrícola. Nunca pensé encontrarme con viajar por el mundo, de las fotos, de los periodistas. Era siempre una profesión dura y tuve mucha suerte que se transformara en esto que es hoy. 

Argentina todavía va en busca de conquistar mercado, corre atrás de puntajes, de estilos. Italia no parece preocuparse mucho por eso…

Es una cuestión de confianza. Cuando tienes la absoluta certeza de tus terruños, tus tierras, de sus profesionales, ahí salís de la obsesión de vivir de puntajes o de hechos aislados. En Borgoña por ejemplo, nadie te habla de puntajes o de estas cosas. Porque tienen mucha confianza en lo que hacen. Claramente la crítica es importante porque existe en todas las actividades, pero vivir de eso te explica que todavía sos un poco joven. Cuando se habla mucho de enólogos y de puntajes, significa que los lugares no son importantes. 

Si miras lo que pasa en la Argentina, que llegué en el año 95, es asombroso el crecimiento que ha tenido en todos estos sentidos. Hay un gran desarrollo, donde muchas empresas han hecho milagros. Todas estas cosas te dan confianza. Son las que te permiten hablar de las cosas más interesantes. 

Vinos de lujo.

Hoy hablan todos de vinos, pero es muy importante estudiar los perfiles, cómo llegaron ahí, cómo certifican su paladar, su aprendizaje. Me gusta mucho escuchar comentarios a las personas que respeto en este sentido. Te hace crecer. Pero no se puede hacer vino para los críticos. Hay que hacer vinos que combinan de la mejor forma el suelo, la variedad y el clima. 

Las nuevas generaciones, los nuevos consumidores son un desafío

Es un mundo complejo. Es muy importante tener trabajando con uno mucha gente joven. Tengo casi 63 y tengo experiencia, pero le tengo mucha fé a los jóvenes. Ellos tienen la virtud de estar conectados con ellos mismos. Yo no puedo trabajar para los consumidores de mi edad, porque esos no son el futuro. 

El enólogo tiene 27, mi hija tiene 25 y trabaja en Inglaterra. Es muy importante para entender este mundo complejo tener gente joven en la empresa. Yo no tengo redes sociales, ni nada. No estoy en contra, pero no puedo lidiar con todo eso en combinación con mi vida. 

¿Cómo ves a la Argentina? ¿Qué camino debería seguir?

Viví tres etapas muy importantes con Altos Las Hormigas en la Argentina. La primera, cuando llegué me enamoré del Malbec y logré rescatarlo. Cuando llegué en el 95 fui a recorrer las bodegas más importantes y no hubo ninguna que me mostrara un Malbec de alta gama. Fue fantástica esa primera etapa, porque Altos fue el primer proyecto en enfocarse cien por ciento en Malbec

Bodega Altos Las Hormigas.

La segunda etapa la podríamos establecerla a partir del año 2005 cuando conocí a Pedro Parra (un gran experto chileno de la viña) que lo llevé a la Argentina e hicimos un trabajo profundo sobre los diferentes terruños de la Argentina. No se hablaba de terruños, se hablaba de marcas. Ya era Altamira, Vista Flores o Gualtallary.

La tercera etapa (aunque no fue nada nuevo pero creo que aporté) fue volver al cultivo tradicional orgánico. Hace más de 13 años plantamos viñedos orgánicos en Altos y con Argento, en Agrelo 220 ha de orgánicos y en el 2010 me miraban raro. Hoy estoy feliz de ver una Mendoza que se había quedado atrás en este tema. Y me gustó traer de vuelta el hormigón, volver a introducir los toneles. 

Y la etapa siguiente es difícil de contestar, en función de tu pregunta. Borgoña tiene muchas hectáreas plantadas, pero tiene dos variedades. Una tinta y una blanca. La diversidad se introdujo con la diferenciación de los distintos terruños. 

No estoy en contra de introducir muchas variedades, pero no hay que volverse loco.

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